WandaVision es un trabajo de metamemoria: la memoria de la memoria audivisual, por ello forma parte de la construcción eficiente de la memoria audiovisual mediante el método del enganche repetitivo a estéticas e imágenes, esto en el marco de la industria de la nostalgia en plena puesta en escena de la política yanqui de creación de la nostalgia del Imperio. Esa puesta en escena sucede en nuestra memoria, es decir en nuestro recuerdo, en nuestras neuronas, en nuestro cuerpo, presuponiendo y suponiendo la eliminación de nuestra autonomía memorística.
Los imperios necesitan crear nostalgia de sí mismos ya que la nostalgia del imperio es un paracaídas simbólico. Esto no es nuevo, es algo que hacen los imperios precautoriamente: yua hubo una nostalgia del imperio británico construida a caballo entre los siglos XIX y XX; esa nostalgia no era Kipling -un mero publicista del imperio-, sino que era lo que hacía gente como Virginia Wolf y Oscar Wilde en el conflictivo privilegio y seguridad imperial que vivían y criticaban. Mucho tiempo después, en las décadas de los 60 y ’70 del siglo pasado, se elaboró también la nostalgia de la decadencia imperial representada en The Wall (de Pink Floyd) junto a todas esas películas de vida escolar que van desde Al maestro con cariño hasta Melody. En tanto la nostalgia del imperialismo francés está en André Gidé, Proust y alcanza hasta a Sartre. Ahora son los EEUU los que construyen su propia nostalgia, que es una nostalgia binaria de la época dorada y larga de la guerra fría: años 50, 60, 70 y 80. Nostalgia binaria porque la URSS era parte esencial de esa era para la épica del momento. LA URSS era tan parte de los EEUU que Nixon/Kissinger inventan China en los ’70 para romper ese binarismo, con el efecto de romper al mismo tiempo lo que era EEUU que vive desde entonces una larga decadencia encubierta de primacía absoluta imperial en el mundo. Decadencia que es evidente para China la que ahora está inventando algo con lo que romper su propio binarismo desventajoso y no reconocido respecto a EEUU.
La necesidad de construir nostalgia por parte de los imperios es para su propio consumo (se trata de escribir su propio obituario) además de la función de construir una necesidad internacional de persistencia, de mantención del status quo, actualmente representado por el “Hemos Vuelto” de Biden y por la elegante, profunda y triste realización que es WandaVision, este producto estupendo, tan estupendo que parece mostrar como todas las películas que hizo Marvel fueron un simple preámbulo y justificación de ella. WandaVision no solo nos entrega la nostalgia de la tele imperial sino la nostalgia adelantada y resumida de los universos cinematográficos de superhéroes. Resumen al estilo que el Quijote resumía las novelas de caballería y de cómo Chaplin resumía todo el vodevil inglés del s.XIX sacrificándolo para siempre como novedad cinematográfica.
La nostalgia es un espacio de disputa política/comercial que trata de inducirnos a vivir nuestra memoria no desde nuestra autonomía experiencial sino desde lo que el Poder propone y necesita (y ya dije que Poder es alias, el nombre cool y publicitario, del sistema de Dominación/Violencia[1] que vivimos y que por eso el Poder no libera: somete). Con todo, nuestra memoria es un espacio autónomo, propio, del cual las experiencias audiovisuales analógicas o digitales son una parte, uno de los colores del abanico de sensaciones, experiencias, vivencias que nos llenaron el tiempo y los espacios desde que recordamos. Tan claro es ese “desde que recordamos” que un gran esfuerzo de nuestra memoria personal es encontrar y sostener nuestro primer recuerdo, que suele ser falso pues está armado con lo que nuestras mapadres nos relataron.
En ese espacio de nuestra vida que es la memoria -que manejamos desprevenidamente, porque es nuestra vida-es donde el Poder quiere instalarse como necesidad y como prioridad, pero como no puede instalar publicidad directa allí, instala la forma edulcorada y publicitaria de la propia memoria que es el sentimiento nostálgico, tan edulcorada y publicitaria que es la materia prima para que exista y haya la industria más aburrida y floja del mundo que es la industria de la nostalgia.
Nuestra memoria infantil, el recuerdo propio nuestro del/la niño/a que fuimos en relación a la adultez que nos rodeaba. está expuesto a estos abusos del Poder, comerciales, políticos porque tan desprevenidamente llevamos el asunto que no se nos ocurre construir con la niñez que tenemos cerca una educación de la/en la memoria que preserve la autonomía, la autodefinición, los intereses recordatorios propios, los intereses olvidatorios propios, en fin, que entregue herramientas para evitar, en lo posible, que nuestra memoria sea un cliché y un kitsch repetido y repetitivo de cosas que vimos pero que no son importantes.
Lo importante de la memoria de nuestra niñera la tele no es tanto lo que vimos o no vimos, sino la enseñanza del aburrimiento de esperar que dieran algo bueno, la alegría de ver algo junto a nuestrxs adultxs queridxs, la conversación y el juego con nuestros pares a partir de la excusa de un programa que todxs vimos o no vimos. La industria de la nostalgia tiene claridad al respecto y por ello quiere poner en el centro de la memoria aquello que para nuestra experiencia era un detalle y una excusa: el audiovisual de moda en ese momento que nos servía para empezar una conversación o juego que reciclaba, recirculaba muchas más influencias culturales. El imperio pretende colmar nuestra memoria para anular nuestra vida pasada.
WandaVision ejemplifica esta operación al citar (y homenajear) a la tele del imperio en su momento de plenitud y esa cita al mismo tiempo da cuenta y anula la perspectiva subalterna audiovisual latinoamericana, es decir anula a nuestra reducida regionalidad universal llena del Chavo del 8, de las teleseries mexicanas, venezolanas y argentinas, del fútbol de las copas libertadores y después del MTV latino y nada más, ni Don Francisco ya que hasta nuestra audiovisualidad era reducida, repetidora, acuartelada, limitante y limitada, pese a los esfuerzos del gremio audiovisual. Frente a esa subalternidad, anulándola, se presenta WandaVision (por poner un ejemplo ya que hay otros) llena de exquisitos clichés, del más precioso kitsch, evidenciando su calidad de producto perfecto de la industria de la nostalgia y nos deja, aprovechando nuestra desprevención, expuestos a que el Poder se adueñe de la gestión de nuestra memoria, y decir expuestos en este tema es tener una base incombustible de optimismo porque las operaciones mediáticas audiovisuales tienen éxito, se realizan, en cuanto las (ad)miramos en la pantalla. Adueñarse de nuestra memoria, está claro, es cosa bastante fácil porque, como todes sabemos, la memoria es la capacidad, facultad y ejercicio de recordar y olvidar mediante impulsos de necesidad y estímulo. Estímulos que ahora mismo, en tiempos de pandemia y encierro, los entregan las pantallas. Cualquier pantalla. La que tienes en la mano y mediante la cual lees este texto que olvidarás al terminarlo.
Pelao Carvallo 11 de febrero de 2021
En el año social Kropotkin