Alain Castruita
Giramos alrededor de la pandemia.
Aún.
Fiscalización ausente.
Con tal de no remover las ya turbulentas aguas, en este segundo golpe de la pandemia, las fiscalizaciones por parte de las autoridades locales que pretenden ejercer su papel administrador y poner orden en el caos al gentío son aún más laxas. La ciudadanía no se ha sentido bajo un régimen que lo acota todo, y en cambio otorga un sentido de libertad que contrasta con lo que se ha visto en el mundo. Se entiende que la salud mental en esta época se mantiene como un problema secundario, sin embargo, es evidente que existen respuestas emocionales cuando se vive bajo restricciones sostenidas por demasiado tiempo. El tiempo juzgará lo que se vive hoy en día.
Entre líneas y sin ser una declaración abierta se otorgaron esas libertades, pero catapultaron la curva de contagios y decesos por los cielos comparando con la primera etapa de la pandemia en México. Pero qué respuesta nos llega de la autoridad que juega con estadísticas; México ha sido un país de muerte. Las muertes por COVID se diluyen porque somos un país grandote en territorio y población… dicen.
Lo que sí es evidente y ha sido el mensaje predominante a lo largo del año pandémico es que no hay que incomodar al capital. No hay que molestarlos porque “son quienes generan empleo”. Por eso los grandes se impusieron desde el principio, defendiéndose como actividades prioritarias. Rápido levantaron la mano y colocaron la producción de cervezas, el cemento entre otras actividades de gran envergadura como un pilar fundamental en la vida del país. Tal postura frontal que suena a imposición no habla tanto de su aporte a la sociedad sino de la jerarquía y poder que ostentan.
Así es nuestra maltrecha República Mexicana, tan soberana que cada entidad decide sobre su destino bajo una guía central que es guanga y que tampoco puede cubrirlo y resolverlo todo. La soberanía la ejercitan los gobernadores berrinchudos y omisos que mas que atender sus funciones, se suben a la arena de la trifulca política, y en bandos agrupados se ofenden en colectividad ante la reorientación de los fondos federales que es de donde maman.
Somos a la vez Infierno y Edén en esta república que nos heredaron.
El gobierno digital que no llega
Hemos hablado del aparato estatal como un gigante torpe. Cuando mandaron a los burócratas a su casa en los semáforos color rojo, o la gama de naranjas y amarillos, quedó al descubierto la precariedad en la que se construyen los procesos de los que se encarga el gobierno. Al quedar paralizada la atención presencial al público, descubrimos que pocas cosas están interconectadas, y mucho menos sistematizadas. Lo anterior provoca que el estado sea incapaz de atender al ciudadano.
En el país hay dulces brotes de gobierno digital, que son meros intentos por darle dignidad de las administraciones públicas y situarlas en el presente siglo. Están lejos de otorgar eficiencia y calidad. Recibir un servicio con cierto grado de ligereza aún en nuestra mente jodida lo consideramos un éxito lleno de lujo.
El aparato judicial ha cerrado intermitentemente sus funciones. Los juzgados civiles acumulan casos congelados por la emergencia sanitaria. Y cuando reabren sus funciones las filas de atención al público dan vuelta a la manzana. ¿Acaso cuando vuelven a sus funciones el ejército de servidores tomarán una actitud de compromiso extremo en medio de los efectos de una emergencia? Dado que esta es una guerra ante el enemigo invisible, el ánimo de construir un país justo y equitativo requiere hacer un trabajo al menos y ligeramente mayor al que se espera. Above the expected , o superior a lo esperado dicen los gringos. Algo así como un esfuerzo de reconstrucción después de la devastación. Resolver lo rezagado en calidad de urgencia no se hará por sí solo y requerirá el compromiso y seriedad que requiere alguien que se dice servidor público. ¿En cuánto tiempo estaremos al día de lo que no se procesó, leyó, autorizó, digitalizó. ¿Cuántos expedientes están ahora detenidos? ¿Habrá moche para que el expediente salga rápido?
Ante la ausencia de gobierno… nosotros
¡Cuántas anécdotas! Solo hace falta escribir en el grupo de feis diciendo que tienes los síntomas, y responder a los atentos mensajes que preguntan: ¿qué te hace falta? ¿Tanque de oxigeno? ¿Oxímetro? ¿Despensa? Con la ayuda de todos que ayudes o te ayuden. Y es que ante la crisis y la ausencia de gobierno; estamos nosotros. ¿Es esa una virtud? Si no lo es entonces es un lastre. Terminamos reparando los baches nosotros mismos.
Nos queda la solidaridad entre los comunes. Nos queda esa energía de volcarnos a sacar al que sufre atrapado bajo el escombro de nuestro país sacudido. Somos orgullo y a la vez vergüenza.
Nos tenemos entre nosotros para no morir sin descripción en el acta de defunción. Por viejos o por diabéticos, por la gripita o la neumonía atípica. Que seamos nosotros los que escribamos que fue por COVID para lanzarnos lejos del juego de la simulación del mensaje optimista y mentiroso de las 7 a.m.