Alain Castruita
Giramos alrededor de la pandemia.
Aún.
Atrapados entre dos momentos que se alejan con empeño: el fin que no llega. Ya no solamente es bajo la luz de la nostalgia en la que remojamos nuestro miedo a la incertidumbre que se viste de monstruo escondido dentro del armario, sino que también vemos que se filtra esa esencia en los títulos de tesis y artículos científicos, donde la realidad pandémica se mantiene protagónica. En época de la COVID se leen propuestas de temas a tratar: Los negocios, la sostenibilidad, el teletrabajo, los residuos y si seguimos, también amplias menciones de la sociedad en el encierro y descomposición social.
Documentos, libros, películas habrá muchos próximamente.
Mientras tanto en los Países Bajos, se ven las protestas y disturbios en oposición al encierro y las medidas restrictivas a sus “libertades” con barricadas construidas… ¿por qué no? con bicicletas. Así la postal. Así de dispares las realidades.
Solos en la fila
Ante el caos que emana del Estado rebasado, brilla la incapacidad histórica del aparato gubernamental que sufre gigantismo, y que padece fugas económicas y de criterio, pero también escasea el talento porque se lo devora el contrato colectivo de trabajo que ata de manos, pudre la chispa del servicio y protege a los delincuentes.
Tomo notas mentales de anécdotas de aquellos que en la urgencia y susto de sentirse con todos los síntomas del virus, acude a su clínica; esa que atiende solamente a los empleados de patrones particulares (porque nada es universal en el sistema de salud parchado) y después de un par de horas en la fila, con síntomas reales y engrandecidos por la zozobra, esperar bajo el rayo del sol entre muchos otros que van y vienen.
Cuando al fin se termina la línea frente a ti, el burócrata-filtro-humano dice:
-Esta no es su clínica. Tiene que ir a SU clínica.
Balbuceas como respuesta espontánea, dices que te acabas de cambiar de domicilio, y como un último intento de convencer el corazón duro del sistema. Pero la respuesta es NO. Entonces decepcionado te paseas nuevamente por la ciudad, en el medio de transporte que se pueda, quizá taxi, auto propio no creo, o en transporte público. Ahí vas tú y tus síntomas tomados todos de la mano. Llegas a donde no hay garantía que te atiendan. Hay que formarse de nuevo y esperar. Tu día de trabajo se quebró. Pero no tienes justificante hasta que no te entreguen el papel de incapacidad.
Tu jefe no te pagaría una prueba para detectar el antígeno en un laboratorio privado. De esas pruebas de las que se obtiene el resultado en menos tiempo.Las pruebas del sistema público ni para los empleados se procesan en breve.
Patrones que no quieren/ pueden pagar las pruebas.
El empleado semi-formal que pueda tener acceso a esa prueba de laboratorio especialmente la que no es instantánea tarda 10 días por lo menos. Esos son 10 días que debes trabajar sin tregua porque nadie te los paga. Olvídate del home office que no es para todos: eres mesera, obrero, cajero, chofer.
Estás solo. Paseando por la ciudad con tus síntomas y sin incapacidad.