Pelao Carvallo
La selfie es la auténtica obra de arte popular. Es el auténtico autorretrato popular. Es la auténtica forma en la que los pueblos hacen obras de arte. La selfie es un arte específico dentro de las artes visuales y cada selfie publicada es una obra de arte, eminentemente y auténticamente popular. La selfie es un arte puesto que tiene una forma acordada de hacerse, unas reglas de producción y exhibición, y un público, es decir cumple con todas las reglas de un arte: reglas, materiales, público. Por supuesto, las artes siempre están rompiendo esas reglas, pues para eso es que son artes.
La selfie es ese autorretrato fotográfico que cada persona que posee un smartphone, teléfono celular o portátil con cámara, puede hacerse y se hace, mayoritariamente, extendiendo su brazo con el celular en la mano, con la distancia suficiente para que el autorretrato sea entendible. En ocasiones el brazo es suplido o ampliado por aparatos mecánicos como los “palos de selfie” o la selfie es hecha usando espejos que ayudan a la producción.
La regla que constituye este arte es que debe ser hecha, capturada, tomada, sacada, quitada por quien se retrata. Esto queda claro en el relato que hace Sebastián Kohan Esquenazi: “ …me encontré a dos turistas sacándose una selfi en no sé qué lugar, no sé si era La Boca, Paris, Teotihuacán o la isla Elis, o ninguno, pero les dije muy amablemente si no querían que les sacara yo la foto y la respuesta fue rotundamente negativa.”[1]. La respuesta negativa a Sebastián es la respuesta positiva al arte de la selfie: si te la toma otra persona, que no forma parte de quienes saldrán en la selfie, ya no es selfie, es foto. Los materiales del arte están claros: la cámara del celular, aplicaciones adecuadas y alguna herramienta que ayude a extender mecánicamente el brazo y/o la mano. Por ello las fotos polaroid de Mr., Bean son un antecedente de la selfie, pero no son selfies. El público de la selfie también existe, son los contactos disponibles en redes sociales y aplicaciones de comunicación. La selección de la selfie a publicarse, a exponerse, es parte integral del arte de la selfie, dada la posibilidad de hacer cuantas selfies se puedan en el mismo momento o situación.
Hay largas e interesantes discusiones y descripciones de lo que es el arte y específicamente el arte popular, no hay una definición consensuada pero puedo decir que arte popular hay varios: el arte hecho por los pueblos para ellos mismos con sus propias herramientas; el arte hecho por artistas que provienen de sectores populares pero que han tomado distancia de esos sectores y hacen un arte como forma de recontacto o servicio al pueblo y para el pueblo y por último está el arte hecho por las élites para ellas mismas o para los sectores populares y que es adoptado como propio por los sectores populares. Es tan arte popular una artesanía en regla de un pueblo indígena, usada en ese mismo pueblo, como un mural de Rivera o Mon Laferte, hechos para el pueblo o la novena sinfonía de Beethoven, hecha para la élite pero que no sólo se ha integrado a la historia del arte sino que sus movimientos forman parte del acervo de los sectores populares, o una serie de tv hecha por las élites para el consumo popular y que los sectores populares hagan suya de tal modo que incorporen a su repertorio frases, dichos y personajes descriptores de formas de ser.
Hay pocos artes auténticamente populares, en general todas las artes requieren cierta práctica, cierto aprendizaje, cierta dedicación que las hacen excluyentes, incluso si estas son artesanías. Esas exclusiones partían o parten por las de género: quién puede hacer qué y dónde. No todo mundo tendrá un horno para gredas en su casa, ni los implementos para pintar al óleo, ni el tiempo para invertir en practicar canto, escultura, fotografía, etc. Llegado a cierto punto el arte requiere cierta inversión que limita lo popular, en el sentido de amplitud y autogestión del término, de su alcance. A fines del siglo surgieron ciertas artes que plantearon efectivamente la popularidad auténtica de su hacer: el hip hop y el grafiti como ejemplos. El hip hop requería muy pocas herramientas y casi nada de escenario en su inicio, más punk que el punk bastaban las ganas, un poco de calle y cierta, no mucha, habilidad para la rima. La popularidad no estaba limitada a la temática, al ambiente, sino que se ampliaba en el “quienes”, en este caso pues casi cualquiera. Lo mismo en el grafiti: bastaba con comprar el spray, salir a la calle y escribir o pintar o eso que era ambas cosas a la vez. Pero ahí también sus límites, salir a la calle con todo lo que ello implica en términos de género y etariedad.
La selfie es auténticamente popular en todos los aspectos, es redondamente popular: cualquiera que tenga celular con cámara puede hacerlo. La técnica, la práctica, el arte se aprende rápidamente. Los materiales forman parte de un aparato complejo pero simple a la vez disponible masivamente en casi todo el mundo, con distintos niveles de profundidad y alcance, pero en casi todo el mundo. Pese a todo, los límites de género y etarios tienen menos peso que en otras artes. La selfie puedes tomarla dónde seas y seas quien seas.
El autorretrato estaba limitado, en las artes visuales, a las personas profesionales del arte, en la pintura, en la fotografía, la escultura, etc. La fotografía amplió la cantidad y capacidad de quienes podían autorretratarse, así como en su momento el cine 8mm y el video. Aun así, las limitaciones técnicas del relevado y la edición, pusieron límites a esa amplitud, límites que la selfie parece haber hecho estallar. Intentos de quebrar esos límites ha habido muchos, desde que se inventaron las herramientas para crear medios (masivos) de comunicación: a la prensa, la prensa popular, anarquista, feminista y rebelde en general. Lo mismo en la radio y el cine, respecto a la publicidad el Billboard Liberation Front proponía en su momento que todas las grandes superficies publicitarias fueran para todxs. A cada propuesta del capital ha habido una respuesta y re-creación popular, lamentablemente debemos escribir “y viceversa”.
Cierto que la selfie forma parte del capitalismo de las pantallas. Que es un subproducto de la investigación y aplicaciones de reconocimiento facial, que es un mecanismo más de extractivismo de datos. Cierto. Lo que no se ve en eso es que la rebeldía popular, la tergiversación popular, la resistencia popular es siempre en el Poder (el sistema de dominación/violencia que intenta someternos siempre[2]) y contra el Poder, incluso con las herramientas del amo. Porque en realidad no hay ninguna herramienta del amo: el trabajo, quien trabaja, las trabajadoras, los trabajadores son siempre quienes hacen las herramientas, las construyen, las elaboran. No hay herramientas del amo porque apenas tiene capacidad para transformar herramientas que crean lxs trabajadores en n aparatos de represión y destrucción. Los pueblos toman, trastocan, tergiversan, adecuan, manipulan a su antojo todo aquello que el Poder organiza en su vano y permanente intento de someter a los pueblos que siempre se escapan. Por ello la necesidad permanente del Poder de crear nuevos medios de comunicación, que ahora incluyen los formatos aplicaciones y redes sociales virtuales.
La selfie ha sido secuestrada por los pueblos y en ella los pueblos se dicen cosas, se muestran unes a otres, dicen “aquí estoy”, “así quiero que me veas”, “esto quiero mostrar o decir de mí y de lo que me rodea”. La selfie como imagen y como retrato muestra a los pueblos como quieren mostrarse, para quien quieren mostrarse, por su propia mano y en sus propios términos. Y las marcas de orgullo y autovaloración que eso va dejando no es un resultado deseado por la élite dueña de apps. Pero está ahí: el orgullo de mostrar lo que somos y como somos, incluso cuando esto es una postura. Es la selfie también nuestra autobiografía popular y personal, nuestro relato en imágenes, una publicidad autogestionada de lo que somos y queremos que sepan que somos y es, sobre todo, la construcción autogestionada de nuestra memoria gráfica, nuestro propia galería y museo.
Hay muchas y muy interesantes obras, textos, sobre las imágenes, las selfies, el autorretrato, el arte popular, muchas de ellas al alcance de cualquier buscador en internet. De todas las posibilidades de interpretación que tienen las selfies, acá les dejo una propuesta para leer aquello que hacemos en pandemia y cuarentena: vernos más en pantalla que en persona.
Pelao Carvallo 3 de abril pandémico de 2021
Agradezco y dedico a toda aquella gente que me ha inspirado con sus selfies, verdaderas y auténticas obras de arte popular. Está escrito a caballo entre la teoría del arte y la crítica anarquista a las artes y a las artes populares en específico. En ese sentido sigue el sendero que abrieron Emma Goldman, Read, Proudhon hace tanto tiempo ya, y que continúan personas y colectivos. Agradezco la inspiración y acicate de tanta gente y en especial de Johanna González, Amaranta Rocío, Sebastian Kohan Esquenazi, Pamela Avellana Mella, Negri Garcete y tanta otra querida gente
[1] Comentario en Facebook al posteo “Lo de las selfies avanza, sigan enviándome sus selfies que me sirven de inspiración y objeto de estudio.” de Pelao Carvallo con fecha 31 de marzo de 2021 a las 14:25. https://www.facebook.com/pelao.carvallo/
[2] Acá explico esa idea: https://www.clacso.org/anarquismo-en-tiempos-de-punkdemia/
La primera vez que me enteré de que había selfies, fue una foto que salió en la prensa en unas barricadas incendiadas de Barcelona, en la que se veía a dos chicas haciéndose un “selfie” al lado del incendio. Ahí me enteré de que a la cámara del móvil, se le puede dar la vuelta. Besos y gracias por el artículo.