Crónicas Autónomas de la suburbanidad

*Arnoldo Vidal

– ¿Qué pasó wey?

Con voz baja le pregunté al Patas que llegaba corriendo desconcertado de la esquina de Madero e Isabel la Católica.

-No mames, no se rompió, sonó como una campana pero no se rompió! –

Me quedé absorto en medio de la oscuridad y el silencio en estas calles de edificios coloniales de grandes piedras basálticas y luces amarillas. El centro de la ciudad de México estaba solitario como tomando un descanso previo al amanecer de los 500 años de resistencia indígena, un 12 de octubre de 1992. Madrugada eterna y la Brigada Subversiva (BS) estaba allí en medio de las calles céntricas de la urbe más grande del mundo.

Pronto llegó Víctor y el Trenzas, que tampoco pudieron romper los vidrios del McDonald’s de la calle de Madero. Se acordó un segundo intento. Las piedras, difíciles de encontrar en el pulcro asbesto, estrellaron en el vidrio haciendo un ruido de campanas estruendoso, que parecía que la policía llegaría pronto. Pero nada, ni un rasguño. Regresamos derrotados a la acampada en el Zócalo capitalino junto a los otros colectivos libertarios.

Pocas horas después, en la mañana, levantábamos el campamento que habíamos instalado una noche antes como protesta contra la celebración del Quinto Centenario del descubrimiento de América. Habíamos hecho un plantón junto con colectivos como Liberación Autónoma y Amor y Rabia. Éramos desconocidos para el mundo de la grilla…y la policía. Nunca un grupo de punks se había manifestado solos en el Zócalo.

Recuerdo en las marchas del 2 de octubre por la matanza de Tlatelolco ver salir a la banda de los PNDes (Punks not Death) ondeando una bandera negra. Eran cuatro punks sin contingente que corrían de un lado a otro. Los seguí y en medio del zócalo uno de ellos se sacó el pene y se puso a miar mientras un sobreviviente de la masacre nos veía asombrado. Fue vergonzoso.

Pero esta vez no íbamos de auto destructivos apolíticos. Llegamos con una postura totalmente política: reivindicar los quinientos años de resistencia indígena.

No había gente aun cuando levantamos la acampada, pero si policía que apenas y se percató de nosotr@s, unas 15 personas. Algun@s se encapucharon y un periodista español se acercó al Tosqui, el más joven punk del grupo, de apenas 15 años, y le preguntó si éramos algo de ETA (grupo guerrillero del país vasco) a lo cual solo reímos por tan absurda pregunta, como si los mexicanos no pudiéramos organizarnos.

La primera marcha de grupos punks en solitario salió rumbo al monumento a Colón y pasó desapercibida para los medios informativos pero no para la memoria de aquellos, que pasaron de ser colectivos culturales a ser organizaciones políticamente autónomas. Y la BS estaba ahí como generadora de ese cambio.

La BS era ya un fanzine reconocido en la escena punk cuando lo conocí, dos años antes, con varios números salidos. Era la vanguardia de una historia de fanzines que iban del Falso Magazine, el Caramelo o las Chaps a mediados de los ochenta, hasta ese momento. El Trenzas era quien ahora llevaba solo la producción del mentado BS. Era un punk Straight Edge con dreadlocks en el cabello, poco usual en punks de principios de los noventa. Bajito y pálido, un joven anarquista inteligente. Solía juntarse con el Colectivo Cambio Radical Fuerza Positiva (CCRFP) una organización punk que se reunía desde 1987 y que solía hacer tocadas, foros y por supuesto fanzines sobre cultura punk.

Yo llegué a ellos en 1991 después de dejar a mi pandilla del pedregal y me integré de lleno a sus actividades. Solían cartearse con banda punk de varios estados de la República o de otros países. En cada reunión semanal se compartían noticias, música, lecturas, fanzines. Por nuestras manos pasaban el Máximum Rock&roll, el Profane Exist, de EUA; el Endless Struggle de Canadá; el Acratador, Molotov o el periódico CNT de España y por supuesto varios latinoamericanos.

En el CCRFP también se hacían otros fanzines aparte del BS: el Tajobase (sabotaje) de Miguel y el Patas, el Solo Muertos nos podrán callar del Gonzo, el Caminando hacia la Libertad de Víctor y Fuera del Rebaño del Electrohipy.

Temas como la vivisección, okupas o squatters, anarquismo u otros eran temas nuevos que me explotaban en la mente. Y estos zines marcaban una nueva generación a la que Héctor Tobi llamó “generación 92”, que planteaban un paso a la acción.

La punk y en general toda contracultura ha sido una práctica en constante evolución, siempre en verdadera dialéctica propia, negando a la anterior generación para provocar un nuevo movimiento renovador y crítico. Así a la primera oleada de punks, auto destructivos y nihilistas le llegó la primera contestación: el hardcore Straight Edge, una respuesta contra las drogas, el alcohol, el cigarro, etc. Y con una posición más reconocida y dirigida contra el capitalismo, una música más rápida y ruda y una vestimenta más simple. El estilo Crust respondió a su vez a las posiciones cerradas del Straight Edge con el regreso a la vestimenta estrafalaria pero con ruidos más potentes, desafiando a la música misma. Después llegaron más propuestas y variedades. El punk nunca fue monótono y de ahí su fuerte influencia.

¿Por qué no unir esfuerzos para hacer un solo fanzine y potenciarlo? – Le dije al Trenzas en una obsesión que siempre tuve en los proyectos políticos. Los participantes de estos cinco fanzines nos identificábamos en ideas y práctica, y aún más, en la música, también participábamos en tres grupos de punk/hardcore que en ese momento llevaban la vanguardia en la creatividad de todo un movimiento: Kkcore, Regeneración y Coprofilia, que compartieron escenarios y giras, recreando nuevas propuestas musicales como el crossover, el crust o el grind core.

La propuesta de unir fanzines concluyó que nos uniríamos al fanzine con más tradición: el BS que de ser un fanzine tamaño carta se convirtió en la primera y única publicación punk en formato periódico, en México.

Continuará…

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