#CronicasAutónomasdelasuburbanidad

Por Arnoldo Vidal

Caminábamos por las empinadas calles del Pedregal de San Nicolás, una zona de colonias pobres en las faldas del conjunto de volcanes conocida como El Ajusco, al sur de la ciudad. Llevábamos nuestra típica facha de un sábado después de ir al tianguis del Chopo, donde quedamos informalmente de vernos, reconocernos como punks y después regresar al barrio para seguir nuestra vida sin futuro. Chamarras de falso cuero, parches y pintas en la ropa, cabello sin peinar, corto y alborotado o de plano de explotado, quizá teñido, botas de obrero encasquilladas, ese caminar bailadito, levantando el talón como si fuéramos a dar un brinco, pero solo quedaba en un paso, una dura huella en el asfalto.

Caminábamos junt@s, un pequeño de 5 a 10 mujeres y hombres de 17 a 25 años, como cada sábado, cantando alguna canción de nuestros grupos musicales propios:

“Nada mas nacer y empiezan a corrompernos

Crecemos y envejecemos en absoluta sumisión

No hay amigos ni enemigos, lucha necia, todos contra todos

Los que trabajan, se olvidan del desempleado

Y los que están libres de los encarcelados

De qué nos sirven manifestaciones

de que nos sirven huelgas generales

De que nos sirven, no nos sirven…

Esto nos demuestra que somos antitodo…”

Eskorbuto

Después de una semana de trabajo o de estudio, o las dos cosas, sabíamos la rutina de fin de semana, el escape de esta realidad ingiriendo alcohol. Ese era el plan y lo poníamos en marcha. Tomábamos el camión que nos llevaría al barrio, sentarnos en los asientos de atrás, burlarnos de la gente que se asustaba de nosotr@s y reír a madres. Yo estaba orgulloso de mi gruesa chamarra café obscuro que en el brazo derecho estaba escrito con tinta blanca y letras gruesas “No estamos conformes”, letra de una canción de Masacre 68, banda hardcore mexicana.

” No estamos conformes,

los derechos humanos

los violan en todas partes

en México es el destino

de hambre miseria y destrucción

Solo guerras, un dos tres disparen ya!”

Nuestras botas caían pesadas en el asbesto y avanzaban subiendo la calle entre risas, botellas de cerveza y juegos juveniles. Gustavo, de cabellos largos, lisos y grasientos, a lo Ramone, grueso de espaldas, violento en el andar, se quedo atrasado y yo con él. Unas jóvenes del barrio le chiflaron. Gustavo volteó, miró a los lados y preguntó: Yo? Ellas asintieron con la cabeza y el se encaminó hacia ellas. Yo me seguí de acuerdo al plan original: llegar a casa del Jorge y emborracharnos.

Tod@s comprendieron que Gustavo había ligado cuando alcance a l@s demás calle arriba y rieron. Lo mismo de siempre, de cada sábado aburrido -decíamos- antes de pronunciar la palabra que como magia detonaba todo:

-Chale, nunca pasa nada

Y acabando de decir la frase, en la esquina de la calle, como un monstruo de película que te acaba de descubrir, aparecía una panel de policía y entonces… !a correr!

 

“Ellos siguen usando su violencia para mantener su orden

Ellos siguen usando su violencia para mantener su ley

Ellos te controlan, ellos te encierran

Ellos son las fuerzas de seguridad

Caminas por la calle que tranquilo estas

De repente las fuerzas de seguridad

No te pongas nervioso o te van a llevar

Ojala lleves encima tu carnet de identidad”

Vómito

Estando en el CCH y una vez decepcionado de la aventura electorera en secundaria llegaron mis años de nihilismo. Acababa de pasar la huelga estudiantil universitaria y las “cosas” estaban calientitas. El CEU (Consejo Estudiantil Universitario) del CCH nos recibió el primer día de clases con un concierto en la explanada con bandas como Santa Sabina, Cebra y TNT, entre otras. Saloneaban planteando el próximo Congreso Estudiantil al que la mayoría del salón no entendía ni le importaba, sin embargo otr@s se involucraron. Asistí a algunas asambleas pero había peleas entre facciones que no conocía así que no volví. Disfrutaba de la música de aquel entonces, ese rock en español que repetían en la radio, mas no me llenaba por completo.

Por supuesto busqué desde el principio amistades que creía era de mi tipo: jóvenes rockers, apartados del resto, antisociales, violentos y vaya que los había. Nos juntábamos como “los malosos” de la escuela y nos escondíamos para beber y fumar mariguana.

Los 80’s suele decirse que fue una década pobre y decadente en música a comparación de los años anteriores. Pero el mundo subterráneo de esa década fue mucho mas critica y violenta y quizá por ello su menosprecio. En la ciudad de México la música del underground estaba en el tianguis del Chopo y se oía en uno o dos programas de radio de rock 101, cerrada a fines de la década y en estaciones del IMER. Programas de media noche como “Con los pelos de punkta” “20-21” o la que trascendió mas en mi: “En la linea del frente”, el programa de Juancho Sillero, un vasco que vendía en el Chopo musica punk española en cassettes y fallecido a mediados de los 90’s.

“Si escuchas esto prepara tu mente

Para encontrarnos en la linea de enfrente

Salta una valla, dobla la esquina,

en cualquier adoquín esta la primera línea”

Kortatu

Música que golpeaba duro en los sentidos con grupos en inglés como Misfits, Killing Joke, Ministry, Exploited, Ramones, Pixies, Revolting Cocks y todo el punk español: IV Reich, La Polla, Kortatu, RIP, Cicatriz, Parálisis Permanente, Radial Harcore, Andanada 7, MCD, Último Gobierno, L’odi Social, Subterránean Kids, HHH y muchos. Gracias al Juancho muchos grupos de punk en español fueron conocidos por estas tierras morenas de 3er mundo. Por supuesto nos identificábamos más con los de habla hispana que los de ingles, con América Latina y por supuesto con los punks de otros estados: Disolución Social de Monterrey, Sedición de Guadalajara, Solución Mortal de Tijuana, Espécimen de Mexicali y todos los chilangos: SS20, MELI, Desviados, Histeria, Sabotaje, Zipi Zape, Desviados, Xenofobia, Atoxxxico, Masacre 68, etcétera largo y ruidoso.

Música simple y directa, letras de realidad y una identidad que nos hermanaba a varios jóvenes de latitudes diferentes, llegué poco a poco a ella atraído por esa mezcla de nihilismo y una carga crítica y de activismo político de otra especie que no entendía bien a bien, pero que de alguna forma compartía con mis propias ideas de transformación, de lucha contra el sistema, algo que traía dormido hacía tres o cuatro años y que no lograba sacar.

Nunca pasa nada. El punk era una aventura diaria, para bien y mas frecuentemente para mal, era una acción colectiva, una acción autónoma: creación de nuestras propias formas, nuestra música, nuestras reglas, nuestra ropa, nuestros caminos. Vernos en el Chopo y seguirnos como tribu nómada hacia la tocada, aunque no nos conozcamos, aunque no nos hablemos, decenas de jóvenes en el camión, en el metro, con odio, con recelo pero siempre riendo.

Así conocí al Gustavo, en el momento que rasgaba (porque tocar nunca) una guitarra hueca y movía esa melena espesa. Ya no me desprendí de su grupo, de su colectividad de punks que si no embarcaban hacia el tokin lo hacían hacia el barrio a buscar diversión y disfrutar el no-futuro.

Y ahí estábamos recorriendo la montaña llena de caseríos que alguna vez fueron campamentos de “paracaidistas”, familias sin techo venidas de fueras de la ciudad, instalados en las peores condiciones, pero con la esperanza de establecerse y tener una casa. Así que se organizaron, se enfrentaron a la policía que quería desalojarlos y ganaron. Casas precarias hechas de piedra negra volcánica que con el frío de la montaña semejaban cuevas obscuras por las pobres instalaciones eléctricas. Eso si, con una vista impresionante de la ciudad mas grande del mundo, un mar de luces en la noche que observábamos mientras bebíamos, tocábamos guitarras y berreabamos nuestro nihilismo.

Nunca pasa nada. Reconocíamos a lo lejos un Sonido, es decir una fiesta, boda o quince años que nosotr@s llamábamos ” zumbido”, que con su música de cumbias a todo volumen, hacía eco en todas las colonias de la montaña.  Todos los pedregales eran convocados a ir a la fiesta, así que para allá enfilábamos. El plan no era armar el caos sino buscar al Dj y pedirle que entre las peticiones del público metiera nuestras rolas para hacer nuestro baile de saltos, empujones y golpes.

Por supuesto los organizadores de la fiesta, ni la quinceañera ni los novios se lo esperaban, pero de repente Los Ramones se escuchaban en las bocinas y nosotr@s a bailar. El barrio reaccionaba y varios danzantes salían de entre el público azorado. El pogo y el slam en medio del patio de la casa donde sucedía el zumbido. De repente el tio, el primo, el papá borracho que no entiende que ese es un baile y no una pelea, se mete a golpear a los danzantes mas próximos y así inicia la lucha campal

… a correr!

Nunca pasa nada. Llegar agotad@s después de la persecución al punto de reunión, ir por las cervezas, la grabadora, los cassettes. Heridos pero felices de sobrevivir a esta puta vida.

“Cuando me levanto por la mañana

me doy cuenta que soy pobre y quiero volver a la cama

Pero soy hijo de obrero

tengo que ir a currar pa ganar dinero

Cuando me echen y se me acabe el varo

no hay que comer, el curro se ha acabado

Te vas haciendo viejo con el paso del tiempo

no tienes ideales, no tienes movimientos

Pareces pureta pareces cansado

no tienes marcha estas desengañado

No actúes como un hombre casado

No seas un adulto porque eso es un insulto

Puta, puta, puta sociedad

Puta, puta, puta vida”

Distorsión.

Una tarde, de esas en las que nunca pasa nada, en el mismo barrio de siempre, con las mismas cervezas de siempre, con el odio y el tedio de siempre, con la misma colectividad de siempre, en una tienda comprando mas bebida como siempre, nos encontramos con una pandilla de tibiris del barrio (jóvenes pandilleros que escuchan cumbias y pelean por el territorio). El solo encontrarnos frente a frente era una provocación. Entre banda y banda las miradas se cruzan. No se dijo nada, no hubo amenaza, solo un botellazo sin tino y a correr. Ese día teníamos carro, un viejo bocho de escasa potencia. Ellos traían una combi. Corretiza de carros hacia arriba de la montaña, se escuchan detonaciones. Nuestros bocho es más potente y los perdemos. Nos detenemos. Hay perforaciones de bala en el carro pero nadie herid@. Nos volvemos a mover, ahora rumbo al zumbido de más arriba. Una cuadra antes de llegar a la fiesta nos topamos con los tibiris de frente. Rechinido de carros, nos bajamos, se bajan. Una ráfaga de golpes y batazos destruyen ambos carros y ahora ellos corren. La noche negra llegó ya y en las calles obscuras de pobreza marginal solo las luces de colores del zumbido iluminan moviéndose como discoteca. La violencia se mueve al ritmo de la música y luces de la fiesta.

Me espero porque el carro se queda solo con las llaves puestas y un herido. Después de 20 minutos regresan l@s demás. El Gelacio, un punk bajito pero atrabancado, regresa con su cuchillo escurriendo de sangre. Tod@s bien pero tenemos que empujar el carro cuesta abajo para arrancarlo. De los tibiris nada, por el momento. Nos vamos rumbo a casa del Toro, el compa de la colonia de arriba, de las mas altas y sin pavimentar, para seguir la noche con nuestras cervezas, las misma de siempre.

“En el suelo, golpeado y tu cuerpo ensangrentado

Manifestaciones contra el poder

Manifestaciones por la libertad

Un amigo torturado, un joven que se suicida

Manifestaciones contra el poder

Manifestaciones por la libertad

Un obrero explotado, no se si reír

o llorar

El Estado te controla

El Estado te tortura

El Estado te golpea

El Estado contigo quiere acabar”

Radical Hardcore

Nunca pasa nada y esto era lo de siempre: tedio, aburrimiento, cervezas y violencia. Cantábamos las canciones del cassette o tocábamos la guitarra que ya no sentía porque mis manos se adormecen con la bebida rasgando confusas notas mientras creíamos ir contra el Estado, pero no era lucha, no era represión, no era antisistema. Todo esto pensaba mientras mi pandilla reía, cantaba, tomaba, celebrando la victoria sobre los tibiris. Enojado conmigo mismo, de no pelear por algo real, de tener sangre salpicada, de cantar loas antisistema y estar sentado desde hace tiempo sin hacer cambiar mi mundo.

Lo dije fuerte y los demás rieron pasándome la caguama. La rechacé y se burlaron -chupale mejor- dijeron. Frente a ese mar de luces de sucia ciudad juré no tomar mas y largarme.

Los tibiris nos buscaron por mucho tiempo y al Gelacio se la cobraron 20 años después con la misma moneda, cuando de punk se volvió cristiano con familia. De los demás algunos se regresaron a la normalidad de una vida de adultos y otros siguieron de punks mas conscientes cuando llegó la era de la Autonomía, pero por algún tiempo se burlaron y se alejaron. Me volví straight edge, esa corriente del punk que no bebe, no fuma ni se droga y me fui con los Colectivos para iniciar esa era de lucha y rebeldía autónoma.

 

Continuará….

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