* Alberto I Gutiérrez
La obsolescencia programada […] califica el desgaste o la defectuosidad artificial. Desde el principio, el fabricante concibe el producto para que tenga una duración de vida limitada, y esto gracias a la introducción sistemática de un dispositivo ad hoc.
Serge Latouche (2018:34)
Hecho para tirar. La irracionalidad de la obsolescencia programada.
Samuel Karagiannis ha tomado asiento frente a una multitud y enseguida ha descubierto su hombro izquierdo para que le sea aplicada la tercera dosis de la vacuna contra el COVID-19, hecho que tiene lugar en una ciudad ubicada al noreste de México. Mientras tanto, una enfermera de apellido Salas realiza todos los preparativos necesarios para llevar a cabo el proceso de inmunización. Lo primero que hizo fue sacar una jeringa que se encontraba resguardada en una funda plástica, para posteriormente extraer un líquido traslúcido de un frasco de vidrio. Después de efectuar lo anterior, Salas se ha acercado a Karagiannis para limpiar el área con una gasa humedecida en alcohol, luego ha clavado la aguja en el hombro, inyectando la sustancia tras apretar el émbolo con firmeza.
En ese mismo momento, pero al otro lado del orbe, un ejecutivo del Instituto Euthanasis, institución que colaboró en el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19, le dice a su joven secretaria: “Obsolescencia biológica programada en una dosis, porque la esperanza de vida no debe superar el medio siglo”. Tras decir estas palabras, el sujeto le sonríe a la chica, para luego plantarle un beso en sus labios carnosos que están pintados de color rojo carmesí. Es probable que tengan sexo al anochecer.
De vuelta a la primera escena, es cosa de segundos para que la jeringa se encuentre completamente vacía. Más tarde, el señor Karagiannis sentirá dolor en el brazo izquierdo, acompañado de malestares físicos, un estado que cesará aproximadamente dentro de 22 horas. Mientras tanto, el cuerpo irá haciendo avances inmunitarios, a la par de que unas nanocápsulas de liberación progresiva se irán dispersando por el torrente sanguíneo, buscando adherirse a las cavidades del corazón para convertirlo en su morada.
A partir de este instante, dará inicio la liberación de compuestos nocivos, cuyo objetivo será el de hacer estragos en las paredes del órgano cardíaco, algo que llevará al ejemplar a su muerte en un máximo de tres décadas. Hay que decir que las dos primeras vacunas fueron suministradas para ganarse la confianza de la colectividad, pero la tercera dosis es la “vencida”, en su acepción de triunfo y al disponer de la noble misión de garantizar la caducidad humana.
Basado en el perfil clínico del señor Karagiannis, es posible establecer que le restan veinte años de vida, información que obviamente desconoce, por lo que la supuesta solución en realidad es el final. Para la fecha cuando ocurra el deceso, lo primero que revisará el personal forense será el órgano cardíaco que, en caso de confirmarse sus sospechas, el dictamen no ahondará en detalles para solamente enunciar un escueto y ralo comentario, el epitafio de los vacunados: “CAUSA DE MUERTE: Paro cardíaco. ANTECEDENTES: Inmunización.”.