*Mirza Mendoza
La lluvia martilla mi ventana. Los aguardo porque me anunciaron en sueños que esta noche llegarán. Las esperas son odiosas, sin embargo, no me queda de otra que dar tiempo al tiempo y esperarlos.
Al comienzo, cuando se comunicaron conmigo no les creí. ¡Cómo podría creer aquella barbaridad de que no estamos solos en el universo! Ellos, o sea los otros, si existían y yo tenía pruebas de esa verdad. Me prohibieron gritarlo a los cuatro vientos. De recompensa me dieron unas pastillitas tornasoles que son la mejor de las drogas. No es que yo sepa mucho al respecto, solo creo que es así. Puedo sentir al simple contacto de mi lengua el estallido de un millón de orgasmos. Bueno, supongo que exagero. Solo quiero que quede claro que son fenomenales, las drogas y ellos también. Me dijeron (estos, o sea ellos, los otros) que yo era una mujer especial y que me andaban buscando por todas las galaxias. Y aquí estoy sobrellevando la dulce espera. Sé que ellos llegarán y presumo me llevarán.
La lluvia no se detiene, es más, opino que se convertirá en una tormenta. Siento un escalofrío recorrer el integro de mi columna vertebral. Me terminé las pastillas tornasoles y los otros, o sea ellos no llegan aún. ¿Será que el aguacero los ha retrasado? Estoy preparada para mi rescate. Yo lo veo así. Me siento Julieta esperando a su Romeo. La lluvia empieza a menguar y me encuentro alerta. Será cuestión de minutos para que nuestras civilizaciones converjan en mi cuarto de paredes siempre blancas.
Tocan mi puerta y pasan. Muy puntuales los uniformados entran para inspeccionarme de pies a cabeza. Me toman la temperatura y revisan mis demás signos vitales. Yo miro por la ventana con la esperanza ardiente de que, en cualquier momento, los otros, aterrizarán su nave en el patio. Imagino que lo más inteligente es que ingresen una sonda gigante de un material desconocido por la ventana y me atrape y me lleve por los aires. Una abducción directa también es bienvenida. Los uniformados al fin se van. La lluvia ya no martilla mi ventana. Me siento en la única silla que hay en la habitación. Cierro mis piernas y pongo mis manos sobre las rodillas. Intento no llorar. Los otros me fallaron. Los mocos se me salen antes que las lágrimas. Cierro mis ojos y… ¡siento el contacto!
—Nos has decepcionado. Hoy no vendrás con nosotros.
—¿Por qué? ¿Cómo es posible eso? Estoy aquí, esperándolos. Me he portado bien, he tomado todas las pastillas. No he abierto la boca mas que para comer. ¡Por favor sea lo que sea, tengan misericordia de mí y llévenme con ustedes!
—Te daremos otra oportunidad. En la luna nueva arribaremos por ti.
Se van. No me dan explicaciones. Me siento triste. No entiendo en que fallé. Veo que dejaron más pastillas tornasoles en mi velador. Un premio de consolación.
Decido no tomarlas aún. Mejor entro a mi cama. El reloj marca las nueve de la noche. En un rato apagarán todas las luces. Mañana toca paseo en el patio. Seguro que ellos, o sea los otros, me vigilan. Deben suponer que he hablado sobre su existencia. Me portaré bien. Necesito que me saquen de aquí. Entro a mi cama. Las luces de los pasillos se apagan. También lo hace el foco de mi cuarto. Me pongo de costado y me tapo bien con la frazada. Una pastilla tornasol no me vendría mal ahora mismo. Me la tomo. Siento que llegan los orgasmos.
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Nacida en Lima – Perú el año 1985. Es Cuentista y autora del libro: Tenebrismo – Editorial Sexta Fórmula – 2021. Participa en las antologías de cuentos:
Tenebra: Muestra de cuentos peruanos de terror -Torre de Papel Ediciones -Tercera edición – 2021.
Presbítero. Eternos Residentes – Ángeles del Papel Editores – 2021.
Sombras fúnebres – Ediciones Vicio Perpetuo Vico perfecto – 2021.
Constelación –Torre de Papel Ediciones – 2021.
Es compiladora de la antología:
ERROR 404: Vínculo no encontrado – Editorial Libre e Independiente – 2021.