Por Luiz Lopez
INT. CASA NOCHE
Luces apagadas, grillos, una gotera no para, un tic tac que se escucha en cada rincón del lugar. Un timbre teléfonico irrumpe y crece conforme avanzan los segundos. Pasos apresurados sobre una escalera, una voz agitada.
EMILIA (31)
¿Papá?
EXT. DÍA PARQUE
Emilia y MIGUEL (51) se toman de las manos, ella siente sequedad y una espesa callosidad, él se asombra por el brillo de los ojos que lo miran fijamente y que el viento esconde cada tanto con el tono rojo de un cabello largo.
Un escalofrío recorre ambos pechos, tragan saliba, el rostro de Emilia tiembla , Miguel aprieta los dientes con dureza, el
sol a plomo sobre sus cabezas les provoca sudor, ambos están a punto de decir algo.
Una pelota de fútbol va con dirección a sus cabezas, el grito de una niña les advierte, se separan. Risas y exclamaciones infantiles, una melodía a lo lejos se confunde con el trinar que sale de las jacarandas, el agua les salpica cuando la pelota cae en la fuente.
Emilia acaricia los dedos de Miguel, al caminar mantienen una discreta distancia, un organillero les pide alguna moneda, Miguel tararea la melodía, saca su mano del abrigo, se la extiende al músico quien reconoce a Miguel y se aleja mascullando, al llegar con su compañero que toca el instrumento emiten una carcajada sin dejar de ver a Miguel.
Emilia no detiene su paso, lleva puestos ya unos lentes oscuros, se sube una pañuelo al rostro, oculta sus lágrimas.
Miguel cabizbajo, con las manos en el abrigo, apresura el paso para alcanzarla, un repique de campanas le sobresalta.
Una multitud sale de la iglesia, la distancia entre Emilia y Miguel se hace más notable a cada paso, él reconoce su nombre entre murmullos, mujeres con velo negro al verlo se persignan y se alejan de su camino, se nubla el cielo, se escucha un trueno, comienzan a caer gotas de lluvia. Miguel busca
reconocer las miradas que le son esquivas, Emilia se encamina al atrio, llegan a la entrada, un HOMBRE (33) les cierra la puerta.
Emilia toma del brazo a Miguel, se resguardan de la lluvia bajo la pequeña marquesina de la entrada de la iglesia.
EMILIA
(descubriéndose el rostro)
Veinte años papá, veinte años…
MIGUEL
Para mí fueron siglos.
Emilia indignada hace una mueca de desaprobación y enciende
un cigarro.
MIGUEL
¿Fumas?
EMILIA
¿Y qué esperabas? ¿Tu permiso?
MIGUEL
No sé qué duele más. Si la vergüenza o la tortura. Ambas dejan cicatrices.
Nubes negras cubren el cielo, estruendos son acompañados por luces en el cielo. Miguel limpia su cara mojada con las manos, Emilia le acerca su pañuelo, a Miguel le llama la atención el color y atina a sonreír.
EMILIA
No seré yo, ni tu juez, ni tu verdugo, pero tampoco quien te absuelva.
MIGUEL
Sólo pido…
EMILIA
¿Otra oportunidad? No es conmigo, era con mamá… quizás. Pero de ella sólo queda el recuerdo y una tumba.
El repique de campanas ahoga la conversación, la tormenta amaina, el cielo se despeja, rayos de sol se asoman tímidamente, el organillero suena, las puertas de la iglesia se abren.
Emilia le entrega un sobre, Miguel le devuelve el pañuelo, ella le cierra la mano izquierda en puño, le da un beso en la mejilla, le dice algo al oído y se aleja hasta perderse.
Miguel lee la nota, comienza a llorar, le ofrecen comulgar, lo rechaza con un ademán, se retira pausadamente, deja tras de sí el Ave María que suena en el órgano eclesial, una parvada pasa mientras cruza la reja y voces infantiles gritan
¡GOL!
LEGADO 2.