Es sabido que Antonio Gramsci[1] (1891-1937) y el anarquismo de esa época abarcaron el tema de la cultura y su relación con lo político, respecto al cual difieren en el enfoque y el público.
El anarquismo usó siempre un lenguaje popular, callejero y “en el café” como dijo Errico Malatesta (1853-1932)[2][3]. La mayor parte de los acercamientos anarquistas al tema tienen un enfoque didáctico, pedagógico o mayéutico[4]. Poco importan en esos acercamientos la firma o el nombre detrás y cuando los textos no son anónimos o de redacción, las firmas corresponden a pseudónimos, alias, desvíos u ocultamientos preventivos. El propósito era hablar al modo que hablaba la gente con un propósito de enseñanza y trasmisión mediante la invitación primordial a la certeza por un lado y a la duda por otro, certeza respecto a la crítica al poder (y lo que se representaba con ese concepto) y duda respecto a lo que ese poder afirmaba.
El debate de la cultura y lo político en esos artículos, textos, columnas, gráficos, llamados, se daba en la construcción de una cultura popular de características ateas, cientificistas, racionalistas, artístico-creativas, divulgadoras, exploratorias, antijerárquicas respecto a todas las jerarquías, sin por ello abandonar totalmente los designios de la época.
La apuesta contra la cultura dominadora el anarquismo la hacía mediante la construcción de una cultura libertaria[5] en un sentido práctico: periódicos, revistas, libros, bibliotecas, ateneos, centros culturales, naturismo, vegetarianismo, salud sexual y reproductiva al alcance de todxs, al menos en la intención. Esa cultura era protagonizada por quienes la recibían, así la escritura se desarrollaba escribiendo artículos para los periódicos y folletos, la lectura leyendo y recolectando libros para las bibliotecas y ateneos libertarios, la sociabilidad y entretención acudiendo, creando y siendo parte de los ateneos, grupos de teatro, equipos de prensa, etc.
Por otra parte, Gramsci escribe desde un enfoque de poder y su público es un partido específico: el partido de la pequeña burguesía ilustrada. Intentaba decir a los jóvenes funcionarios, los ex seminaristas, las burocracias estatales y partidarias, la población universitaria que su área de interés (la cultura) era importante y que en ella podían demostrar su valía ayudando a cambiar la dirección de esa cultura de manos. Para Gramsci la cultura era direccionable en tanto cuenta con líderes, directores, gerentes. Con ello se diferenciaba definitivamente de las percepciones anarquistas al respecto.
Gramsci tradujo el manual leninista de acción partidaria al lenguaje académico. Aspiró a crear una vanguardia académica satisfecha de sí misma usando un lenguaje apropiado. ¿El pueblo?: Ya la vanguardia les dará una cultura pre elaborada, “revolucionaria”, por cierto, adecuada a los intereses y necesidades del partido, no del pueblo.
Hoy, lxs anarquistas que están dando la lucha en la academia tienen ante sí una trampa que la diferencia de la época del (no) debate Gramsci/anarquistas traduce muy bien: el anarquismo de la época revolucionaria es ante todo antiacadémico por popular, construyó un lenguaje claramente antiacadémico que profundizaba, organizaba, experimentaba y proponía los debates culturales en los que se instalaba en la vida real: la familia, la independencia individual, la sexualidad, la asociatividad y un largo etcétera. Debates a los cuales iba alerta a las salidas sistémicas que pudieran darse (y se daban). El debate pedagógico se daba en la construcción de experiencias educativas concretas para todos los niveles etarios y en toda circunstancia, incluyendo la circunstancia revolucionaria histórica.[6]
Por tanto, Gramsci es un bonito modelo cómodo para un consumidor progresista no revolucionario, no popular, no proletario (ya que estamos) porque ese era su público originario, por eso la academia es su hogar. La lógica del direccionamiento, del control de la cultura certifica la concepción de la cultura como algo que escapa de las manos populares y hacia lo cual se puede y debe direccionar a los sectores populares. En eso no se diferenció de la industria cultural capitalista (la que podemos encontrar en Hollywood o en las novelas de papel barato impresas a millares o las radionovelas, para dar algunos ejemplos). Gramsci reduce a los pueblos a meros receptores de una producción cultural realizada por una vanguardia académica.
Por otra parte, el anarquismo es un modelo incómodo que no entra fácilmente en la academia porque ese es su contralugar, un campo de batalla a aniquilar construyendo tanto fuera de él, como contra él estando dentro, ya que la cultura es algo que produce, hace, cambia todo el mundo más o menos activamente, dependiendo de la confianza social depositada en cada individuo/a por la sociedad misma. El anarquismo activaba (y activa) sostenidamente entregando esa confianza y herramientas para que cada quien y cada colectividad se autonomice y no dependa en su vida cultural.
Pelao Carvallo
3 de septiembre de 2019/12 de octubre de 2021.
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Gramsci
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Errico_Malatesta
[3] http://kcl.edicionesanarquistas.net/lpdf/l197.pdf
[4] Un ejemplo: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/boletin-de-la-biblioteca-de-menendez-pelayo–75/html/036d7cfc-82b2-11df-acc7-002185ce6064_156.html
[5] file:///C:/Users/usuario/Downloads/Dialnet-LaCulturaAnarquistaEnLosAlboresDelSigloXX-2967037.pdf
[6] https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/69239/Educacion_libertaria_en_Aragon,_1936-38.pdf;jsessionid=60D67805B0908082BFD1870C85835373?sequence=1