Judith Sandoval
profesora, estudiante de maestría, critica del feminismo desde el feminismo, amante de los dinosaurios.
Hablemos del aborto, pero no desde la comodidad de una legislación que sólo busca contabilizar a quienes deciden abortan y que no procura el cuidado y acompañamiento que se requiere durante el proceso. Hablemos del aborto desde quienes, en las calles, barrios, hogares dan la seguridad, contención y apoyo a las miles de mujeres que día a día deciden interrumpir un embarazo, por la causal que sea.
En los últimos años, la marea verde ha cobrado fuerza en todo el mundo. Nada menos, en diciembre del 2020 toda América Latina festejó con bombo y platillo la legalización del aborto en Argentina hasta las catorce semanas de gestación. Ahora el estado argentino ha dado permiso a las mujeres para tomar decisiones sobre su vida, como en México se ha hecho desde el año 2007 en la capital del país y 2019 en el estado de Oaxaca siendo legal hasta la semana doce, sin necesidad de cumplir con las causales establecidas en otros estados.
¿Pero quienes son las mujeres que pueden acceder a este “logro”? No serán las mujeres que viven en las comunidades alejadas de las zonas urbanas, en las que apenas consigan llegar a una pequeña clínica. No serán las mujeres que viven en casa con parejas violentas que sigan creyendo que los hijos son regalo de dios y la mujer no tiene derecho a decidir si quiere o no parir. Estas leyes están plagadas de privilegios sólo para unas cuantas, sin mencionar los miles de pesos que se gastan las gestoras de esta marea verde en promover “su lucha”. Privilegios de clase, de estatus.
En los estados de la república mexicana donde el aborto solo es legal solo bajo algunas causales, las mujeres siguen abortando en la clandestinidad de sus hogares, con los recursos que tienen a la mano y muchas veces poniendo en riesgo su vida por no contar con la información adecuada para hacerlo.
Entonces, ¿Dónde queda la labor de las acompañantes en el tema del derecho al aborto? Son ellas quienes por decisión propia proveen de los cuidados, tanto en tema de salud como emocional a las mujeres que se acercan pidiendo ayuda cuando han tomado la decisión de no ser madres. Son ellas quienes salen al frente al momento de lidiar con los obstáculos que el estado ha ido poniendo para interferir en las decisiones libres de las mujeres.
Hoy en día, existen redes en todo el país de mujeres que acompañan durante todo el proceso. Redes que se encargan de proveer el medicamento, los conocimientos, las enseñanzas, los consejos. Estas redes que no pertenecen a ninguna ONG ni asociación civil. Son ellas quienes, la mayoría de las veces, de su bolsillo ponen el dinero necesario para que otras mujeres puedan acceder aun aborto libre, seguro y gratuito sin exponerse a la violencia de las instituciones. Porque basta recordar que las instituciones que ejercen violencia obstétrica al momento de parir son las mismas donde se practican los abortos “libres, seguros y gratuitos” y donde muchas mujeres han sido víctimas de la violencia física y psicológica por parte del personal que en ellas labora. Esto sin mencionar de los grupos religiosos postrados a las fuera de las iglesias acosando a todas las mujeres que acuden a abortar.
Ahora, con la legislación en curso es inminente que el acceso al medicamento de libre venta como el misoprostol y mifepristona será cada vez más complicado, como ya de por si sucede. Estos “combos” se han vuelto difíciles de gestionar, en primer lugar, por el elevado costo y segundo por la disponibilidad en las cadenas farmacéuticas. Esto último no porque no las tengan, sino por los prejuicios propios de quienes las venden. Es claro que el monopolio de todo lo que implica un aborto en casa quedará en manos de las empresas y el gobierno. Si de verdad el asunto del aborto importara como lo tanto pregonan las del pañuelo verde, su petición al estado debería incluir que el aborto sea legal aún fuera de la violencia de sus instituciones, pero quizá están demasiado ocupadas posando para la foto que olvidan que sus giras por todo el país va en pro del derecho de la mujer a decir y no en pro del privilegio de solamente algunas que puedan pagar un viaje a la ciudad de México para abortar en medio del frío e insensibilidad de una clínica.
Si, el proceso de abortar también es un proceso que esta lleno de amor. Los procedimientos utilizados para este fin no incluyen la exposición a aparatos que pueden dejar estragos en los organismo. El aborto en casa conlleva una serie de cuidados que si bien sirven para garantizar la salud de quien lo está viviendo, también lo son para garantizar que sea desde el amor.
Ojalá el pañuelo verde sirviera para limpiar la mierda que se ha venido volcando hacia las compañeras que acompañan. Ojalá su pañuelo verde sirviera para más para crear conciencia sobre la labor de las mujeres que dedican su tiempo a acompañar y apoyar a otras mujeres y no para tapar los ojos de quienes sólo buscan permiso de un estado inconsciente e inconsistente.
Acompañar desde la empatía y no desde una sororidad disfrazada para intereses de unas cuantas. Acompañar desde el entendimiento del proceso y procurar la estabilidad emocional, económica y de salud, no desde las trabas para el suministro del medicamento necesario, condicionado a sólo dos o tres donativos por año, (siempre y cuando formes parte de su directorio) por parte de las asociaciones civiles y ONG´s que reciben dinero para financiamientos de mareas que sólo arrastran desconcierto e inconciencia.
Acompañar desde el entendimiento y contención, sin juicios, ni condiciones. Eso es un poco de la labor de las acompañantes de aborto en casa. Desde afuera siempre es fácil juzgar, desde adentro, el abrazo y gratitud siempre es la mayor recompensa.
Somos las acompañantes quienes mediante colectas, donativos, bazares y dinero propio hemos podido subsistir en la ardua labor de asistir aborto en casa. Tejiendo redes de mujeres en todo el país es como hemos gestionado ultrasonidos, medicamentos, vitaminas, atención psicológica, sin recibir un gestionado ultrasonidos, medicamentos, vitaminas, atención psicológica, sin recibir un solo peso del gobierno, del mismo gobierno que se jacta de velar por los derechos de las mujeres pero olvida que somos personas que decidimos cuándo ser madres o no serlo.