*Jacinto Carrasco
Estoy en casa de mi papá una tarde, platicando. En un instante me llega un recuerdo de ella. Lo último que supe es que trabaja en un minisúper cerca de un complejo departamental de lujo.
-Nunca había escuchado de mortho hasta este día. Parece que tiene un programa de televisión, les encanta a los jóvenes de clase media alta. Aunque mortho nunca sale a cuadro, es muy famoso-
Es fin de semana. Le pido a mi papá que me lleve a comprar algo de botana. Yo tomo el carro y manejo a ese minisúper para verla.
Desde lejos veo que ella toma un descanso, está con su hijo, no ha crecido nada, ella tiene el cabello pintado de rosa. Dejó encargado a su hijo con sus compañeros de trabajo y sale a hablar con su novio. Yo solo la veo desde el carro simulando que estoy haciendo algo importante en mi celular. Por fin me decido a bajar, pero una multitud de jóvenes que están comprando cerveza no me deja acercarme.
Esta oleada humana solo habla del show, que van hacia allá, que es lo mejor que existe, ahí es donde escuché su nombre por primera vez… Mortho.
Como pude regresé al carro, pero mi papá no está dentro. No sé si ella me vio, pero me voy de ahí, camino hasta llegar a aquel complejo departamental, algo tiene que se me hace familiar… ¡Sí! Ahí vivió mi papá en sus tiempos de soltero.
-Mi papá es todo lo que yo quise ser a esta edad, exitoso, le cae bien a la gente, extrovertido y elegante, tan elegante como su departamento-
Aquí venía a visitar a mi papá todas las semanas jugaba en estos pasillos, y a la hora de comer bajábamos al restaurante que tenían. Es curioso que en el restaurante me conozcan, quiero quedarme a comer, pero hay mucha gente, parece que no hay paz en ningún lugar cuando va a iniciar el show, solo se escuchan conversaciones contrastadas de Mortho: que es espectacular, que es puro morbo, que es falso, que es la mejor experiencia de su vida.
Paseo por los pasillos de la segunda planta del complejo, al lado de las escaleras hay una escultura de caracol recargada que va desde la planta baja hasta el segundo piso, justo pegado a la escultura lo vi, el departamento donde vivía mi papá hace tiempo, en su época de soltería después de divorciarse, sigue igual, parece que nunca lo dejó.
Una mucama me ofrece abrir el cuarto, efectivamente, nunca se fue, nadie de su familia lo sabe. Es un típico departamento de alguien solitario, de dos plantas, arriba dos habitaciones y un baño, abajo la sala y comedor, licores de todo tipo en el refrigerador, vasos apestosos en la mesa del comedor y la sala, cigarreras llenas de colillas.
Mi papá acaba de estar aquí, pero parece que salió. Estoy siguiendo sus pasos, me quedo un poco a descansar, pero afuera no dejan de gritar “¡Mortho!”.
Salgo un rato del interior, subo las escaleras y miro a la calle, parece que el show terminó, aunque los asistentes siguen con esa exitación, con un hambre insaciable. Viendo la escultura de caracol me doy cuenta de lo peligrosa que es, una cavidad que tiene al centro donde una persona torpemente puede caer y atorarse, al lado tiene otra cavidad más grande, caben unas tres personas y asemeja una caída al vacío.
Llegan los jóvenes a dónde estoy yo, fumando, tomando, les digo que no se acerquen, que es peligroso, ellos rien. “Se pueden quedar atorados, que se pueden caer.”
Me ven extrañados, me explican que el caracol es un resbaladero, igual la otra cavidad, son 2 atajos solamente, ¿por qué no lo ví antes? Ellos solo se rien de mi.
Todavía no entiendo de que trata, pero todo su público entra vestido de blanco y sale manchado de rojo. Algo curioso.
No soporto ver eso, camino por los pasillos del seguro piso y en otro departamento había sucedido un accidente, una masacre. Paso por ahí, no hay sobrevivientes, solo los trabajadores del edificio. No me quiero quedar, no es que me asusté la sangre, solo me incómoda.
“No sé cuánto tiempo llevo buscando a mi papá.”
La policía está llegando, me alejo de ahí y me topo de nuevo a los jóvenes que juegan en la escultura. Cinco de ellos me dicen que los acompañe, no tengo opción, no son amenazantes, pero parece que me conocen y yo a ellos.
Yo no tengo nada qué ver en sus asuntos, dos se tiran por el resbaladero de caracol, luego me avientan a mi. Es un atajo, al departamento de mi papá. Convenientemente, escondido a la vista de todos.
“Los vitoreos a Mortho se funden con el sonar de las sirenas hasta desaparecer.”
Mi papá está ahí, acaba de entrar a una de las habitaciones, alcanzó a saludarme antes de cerrar. Yo voy hacia él, pero cerró la puerta con seguro. Las personas en la habitación me piden que me siente, que no haga mucho ruido, que solo sea paciente.
- ¿Nos estamos escondiendo? –
El olor a sangre del otro departamento se esparce a nuestro alrededor. Lo siento, tengo que salir de aquí. Prácticamente escapo de ellos, mi papá puede esperar.
“Ya no se por qué ella y yo terminamos, sé que fue mi culpa, ella no tiene resentimientos hacia mi, creo que yo fui quien se alejó.”
Voy a casa de ella, queda cerca. Sé que sigue trabajando, solo voy a visitar a su familia. Me dejan entrar y me piden que espere en la estancia.
Las noticias solo hablan de Mortho. Su mamá, sus hermanas y hermano me tratan como cuando ella y yo estábamos juntos.
La policía busca testigos a los alrededores, dicen que vieron salir a la persona sospechosa rondando la escena. No me gusta nada esto, no sé puede estar en paz en ningún lado. Me voy de ahí por la salida del patio antes de que la policía se acerque a esta casa, no sabría qué responder. Regreso pasos atrás, busco de nuevo a mi papá en su departamento, pero no hay nadie, ni él, ni los jóvenes. No me quiero acercar mucho a dónde sucedió la masacre porque me perturba.
Me regreso al minisúper, a eso venía, a verla a ella, tal vez mi papá me espere en el carro. Cuando llego ya es tarde, sigue abierto pero ya no dejan entrar a nadie, así que busco una entrada trasera. Logré entrar y dos empleados me miran asustados “Tú no deberías estar aquí”, antes de que hagan nada aparece ella.
“Por fin todo es paz.”
Ella les explica que todo está bien, aunque ellos no le creen. Ella toma un descanso. Salimos a caminar, le dije que venía con mi papá por unas cervezas, pero en el estacionamiento no había ningún carro.
“Ella me conoce más que yo mismo.”
No le puedo mentir, aunque yo crea que le digo la verdad.
– ¿Dónde está mi papá? – (No responde)
– ¿Quién es mi papá? – (No responde)
– ¿Quién es Mortho? – (Me mira)