*Pillo Vázquez
El hecho de vivir en la ciudad contribuye de manera más directa al deterioro de la naturaleza y del planeta. La ciudad hace de la naturaleza y del territorio el soporte de todas sus necesidades y deseos, de todos sus equipamientos, infraestructura y una parte de sus actividades económicas, de la naturaleza obtiene y extrae todos sus insumos, nos recuerda Miguel Amorós en Cenit y ocaso. Entre más arriba de la pirámide social y geopolítica del planeta nos encontremos, entre más cerca estemos del primer mundo y del goce del confort industrializado mayor responsabilidad tenemos en la emisión de sustancias nocivas al ambiente, contaminación y destrucción del planeta. Hasta parece que resbalamos en una apología de la pobreza. Pero veamos mi día a día:
Me despierto temprano, a las 5 am y enciendo las luces. Orino y cago, le jalo al baño y se van casi 6 u 8 litros de agua que medianamente era potable. No habría mayor problema si fuera yo solo pero en la ciudad de México somos alrededor de 22 millones de individuos que cagamos y orinamos. Dice mi amigo Diego Rodríguez Landeros en su libro Desagüe que toda esa mierda se va al Gran Canal de Desagüe, que pasa por el vaso de Texcoco, a la Boca del Túnel de Zumpango, luego al Túnel Emisor Oriente que desemboca en el río Tula en Hidalgo y de ahí al Golfo de México. Millones de litros de mierda y orines al mar, entonces el número sí importa. Las primeras letrinas se remontan a los egipcios en 2700 aC, sin usar agua, luego apareció la bacinica para aventar la caca lejos, y con el racionalismo, el progreso y la modernidad llegó el excusado que sumerge la mierda en agua, en 1775 la cadena que activa el chorro de agua y finalmente en 1884 el tanque con agua, nos cuentan Tonda y Fierro en El libro de las cochinadas. He oído hablar de los baños secos pero vivir en un departamento hace difícil tener una composta donde depositar este abono.
Después de cagar me baño, para ello enciendo el calentador de agua o caliento agua en la estufa (ambos usan gas). Uso entre 30 y 50 litros de agua potable, extraídos de los mantos acuíferos del subsuelo de la ciudad, y otra vez el número importa porque todos juntos hundimos la ciudad un par de centímetros al año. Más aún, toda el agua que necesito la extraigo del sistema Cutzamala, perjudicando la redistribución de agua, áreas de cultivo e inundaciones de tierras del pueblo mazahua en el Estado de México, como demuestra Anahí Gómez en su tesis de maestría El Frente Mazahua: la lucha por el derecho al agua. Cuando se enfrentan grupos humanos por los recursos naturales, otra vez, el número de individuos con que cuenta cada uno es determinante.
Como la gran mayoría de mexicanos me desayuno unos huevos en el sartén, empleando gas para prender la estufa. Estos huevos provienen de las granjas de gallinas ponedoras de huevos, hacinadas una seguida de otra y alimentadas rápidamente para acelerar la producción. Hoy sabemos que estas condiciones de producción avícola para consumo humano condujeron a la gripe aviar desde por lo menos 1997 en el sur de China. Total, una vez bañado y desayunado me dirijo a mi trabajo (con el que gano el salario para poder vivir). Enciendo mi auto y veo que le hace falta gasolina, conduzco hasta la gasolinera más cercana y hago fila para cargar. Me asombra cómo ha ido subiendo el precio del combustible. La industria petrolera es una de las mayores contaminantes del planeta, googleo los 10 mayores desastres petroleros mientras espero en la fila y me percato de la cantidad inmensurable de petróleo vertido al mar y al ambiente en accidentes de buques cargueros o quema de pozos. Además, la contaminación del aire en las ciudades se debe en buena medida a la emisión de gases por la combustión automotriz, aunque se usen los motores más modernos, quemar es quemar y se emiten gases. La industria automotriz se las ha ingeniado para promover la adquisición de autos de último modelo (“menos contaminantes”) y así endeudarnos con créditos para poseer un auto, lo cual me engancha más a mi trabajo. Henry Ford planeó muy bien sus líneas de montaje y ensamble para fabricar en serie miles de autos, las demás firmas le copiaron el modelo.
Llego a la oficina al poniente de la ciudad después de un tráfico que desquicia al más paciente. Prendo la computadora y aprovecho para cargar y ver los mensajes en mi celular, sin internet sería imposible trabajar en la oficina. La mayor parte de la energía eléctrica que uso proviene de una termoeléctrica de uso combinado de la CFE, es decir, aquella que «transforma la energía térmica del gas natural en electricidad mediante dos turbinas, una de gas y otra de vapor», después vienen las hidroeléctricas que se encuentran en las presas de los ríos, con las consecuentes desventajas para las regiones aledañas, leí el artículo de Milenio, “¿Cómo se genera y se distribuye la electricidad en México?” La alteración de los equilibrios en los biomas regionales es condición necesaria para instalar estos dos medios de producción de energía eléctrica. Sabemos que las termoeléctricas son responsables del aumento de la temperatura ambiente y de los desechos que se vierten a los ríos porque usan agua para las turbinas de vapor, hay un reportaje de la DW sobre la contaminación de las termoeléctricas que todavía usan carbón, sobre todo en China, para que millones de personas puedan encender sus celulares y otros electrodomésticos.
Mientras veo en la pantalla de la computadora las planillas de Excel que debo llenar, pienso en las minas de piedras y minerales raros que se necesitan para la manufacturación de piezas y baterías de nuestros celulares y laptops. Las condiciones laborales de los mineros, los daños al ambiente y al subsuelo por su extracción, así como los niños que trabajan en las minas de coltán en el Congo, la otra noche me desvelé viendo el video-reportaje Sangre en el móvil (traducción española para celular), y al día siguiente tenía que ir a trabajar con ese remordimiento de conciencia por comprarme y endeudarme con el último modelo de celular.
En el descanso de mi trabajo salgo a comer, voy a una fondita para Godines y pido el guisado con carne de res. Una vez que termino mi plato y hago sobremesa con los compañeros del trabajo me quedo mirando fijamente el plato vacío, me entra mi paranoia ecologista. La producción industrializada de la carne, el consumo excesivo y el abasto que nunca debe faltar en las carnicerías llevan a reproducir un número considerable de cabezas de ganado que emiten toneladas de flatulencias al ambiente, con alto contenido en metano, el mismo gas que interviene en la temperatura del planeta y que tarde que temprano hará que nos ahoguemos en pedos de reses, además del maltrato a estos animales. El complejo agroganadero gringo The King Ranch es implícitamente culpable, junto con las granjas de cerdos para consumo humano, especialmente de China, de promover los monocultivos de soya que alimentan a estos animales, arrasando selvas y bosques. De todas estas consecuencias ya nos advierte Francisco Serratos en su libro El Capitaloceno.
De regreso al trabajo, me quedo horas extra para ganar más dinero y poder pagar mis gastos, servicios y deudas. Pero en realidad desgasto mi salud emocional y física en la oficina a cambio de unas cuantas monedas, que al fin y al cabo siguen sin alcanzarme para llegar a fin de mes. Bajo esta idea de ponerme la playera de la empresa, de ser recompensado con un ascenso en un futuro que nunca llega y de ganar un sueldo más alto (y gastar más cada vez), creí muchas veces que en algún momento solucionaría mis problemas financieros. Sin embargo, esa brecha se abre cada año más y no parece tener fin. Lo único que hago es gastar más energía eléctrica, más gasolina para transportarme los días que me piden venir a la oficina y perjudico mi salud, mi vida.
Decido irme entonces, previo aviso al jefe, y voy al mall, a la galería de tiendas más grande y llamativa. Me compro ropa y baratijas para compensar mi frustración personal. Pero recuerdo lo que dice Naomi Klein en su libro No Logo, con toda esa explotación de mano de obra en el sudeste asiático de las marcas de ropa como Gap, Tommy, Calvin y los tenis Nike, por mencionar unas cuantas, en cómo lucran con sus mercancías y me arrepiento de las compras que hice. Además de la contaminación que provoca la industria textil por los químicos que usan para teñir la ropa vertidos en los ríos, y las montañas de ropa de moda estacional que nadie compró o desechó. Antes de salir del mall, se me acerca una linda señorita y con voz coqueta me ofrece un crédito para comprar otros artículos, pantallas, relojes, zapatos, o si lo prefiero incrementar el crédito que tengo para vivienda. Accedí a este último porque aquella señorita me levantó la autoestima haciéndome creer atractivo y sonriéndome lascivamente cuando le mostré la nómina de mis gastos y el domicilio donde vivo.
El sistema financiero de los países hegemónicos, la emisión de papel moneda y la circulación de dinero, está coludido con los bancos y las instituciones que crean las deudas. El dinero es deuda desde por lo menos los años 70 del siglo XX. Cada peso que circula tiene un respaldo, ya no en metal como el oro antiguamente ni en dólares, sino en deuda. Por eso nunca se van a acabar las deudas, son la condición de vida del sistema financiero: auspiciar la deuda y mantenerla, incluso hacerla crecer. Gracias a la creación de deuda existe el dinero que circula en las calles, con ella se imprimen billetes, para prestarlos y luego cobrarlos en forma de intereses. El texto ¿Cómo podemos expropiar dinero a las entidades bancarias?, en que Nuria Güell compila los artículos de al menos 5 autores, es alusivo al respecto, y ya desde el siglo XIX circularon dos panfletos en Europa, uno en francés y otro en italiano, titulados El arte de acumular deudas y no pagarlas. Y esa misma impresión de billetes respaldado por deuda imponen una inflación constante, la misma que sube los precios de la canasta básica y que mi sueldo no alcanza a pagar.
Llego a casa estresado, no quiero que me corran del trabajo porque tengo que pagar todas mis deudas y mi estilo de vida. Saco a mi perro de raza para dar un último paseo, como especie extinguimos a otras (dodos, rinocerontes blancos, jirafas, elefantes, lobos, ballenas, vaquitas marinas, etcétera), pero resguardamos y consentimos a perros y gatos (ya hablé de los no-consentidos pollos, vacas y cerdos), en cada apartamento del condominio donde vivo hay por lo menos una mascota. De vuelta a casa, me caliento una cena, prendo la estufa y me quedo pensativo viendo la flama azul, recordando las fracturas hidráulicas (el fracking) que tienen que hacerse para extraer el gas natural que usan todas las estufas de la ciudad, del mundo, la crisis de los combustibles fósiles está a la vuelta de la esquina. Mi paranoia ecologista me hizo desistir de cenar y cerré el gas. El estrés no me deja dormir y tengo que consumir medicamento para dormir, aparece entonces la voracidad de la industria farmacéutica y sus productos para que nunca dejemos de comprar medicinas, sin atacar las causas de las enfermedades ni los malestares de la vida, porque su objetivo es hacerse ricos con la venta de estas drogas legales, con efectos colaterales nefastos.
El Estado ya no me controla tanto, ahora me controla la inversión privada: el outsourcing de la empresa para la que trabajo, la empresa privada a la que le pago el gas natural, la que renta el servicio de seguridad del condominio, con la que me endeudé para pagar el coche, a las que les compro ropa y demás electrodomésticos, la que manufactura celulares, las apps de mi celular que no son gratis y la que me provee el internet, a la inmobiliaria a la que le debo el crédito de vivienda, a la que produce comida, a la que produce mis medicinas, al médico privado al que voy para que me las recete. Empresas a las que no les veo el rostro, solo las caras de empleados como yo que trabajan para ellas. Las mismas que fomentan la continuidad del capitalismo, el mismo que nos conduce a la destrucción del planeta y pone en riesgo la vida. Sueño con tener vacaciones e irme de la ciudad al campo o la playa, porque el rumbo de esta civilización nos ha llevado a un estilo de vida del cual parece imposible salir, me siento obligado a vivir así y no de otra manera, luego entonces no soy libre, soy un esclavo moderno. Ese es el estado paranoico con el que me voy a dormir todas las noches.