Judith Sandoval
profesora, estudiante de maestría, critica del feminismo desde el feminismo, amante de los dinosaurios.

Mucho se ha leído en redes sociales sobre las críticas que padres y madres de familia han externado respecto al modelo educativo implementado en México. Que si las exigencias por parte de los docentes, que si las tareas, que si ahora, con la educación en línea se les pide más atención por parte de los tutores. Algunos de estos reclamos son válidos, sin embargo, ¿quién, que esté fuera del sistema educativo, ha cuestionado las condiciones laborales de los docentes?  Realmente son pocas personas, con hijos e hijas en edad escolar o no, que han hecho un análisis de lo que actualmente viven estos docentes que día a día han sido expuestos y criticados en redes sociales. Por supuesto que no niego que existen docentes que estén fuera de lo que la ética, en el aula y fuera de ella, como maestros nos marca.

Dentro de todo estos cuestionamientos a los planes, técnicas y estrategias, una de las soluciones que va de mano en mano, es la de buscar escuelas en las que los métodos educativos sean “menos convencionales”. Entre esos métodos está el ya famoso Método Montessori. Este modelo educativo, a pesar de haber diseñado y aplicado principalmente a niños y niñas de bajos recursos y/o con capacidades y habilidades diferentes, en Roma e Italia durante el franquismo y haberle válido el exilio a quien lo creo, María Montessori, ha sido coaptado por el sistema y lo ha capitalizado de tal manera que sólo unas cuantas personas pueden acceder a él.

Si bien, el método Montessori es ideal para escolares de ciertas edades, pues considera la individualidad de los estudiantes (grupos reducidos), la creación de su propio conocimiento, el uso y aplicación de materiales y herramientas diseñadas especialmente para el aprendizaje, entre muchas otras cosas, para lograr un mejor desarrollo cognitivo en los alumnos cuyos padres y madres pueden costear el acceso a éste, ¿Alguien se le ha ocurrido cuestionarse sobre el contexto laboral de las y los docentes que trabajan en estas instituciones que lo ofertan? Hoy en día se vende como la apuesta para una “educación de calidad” en las instituciones educativas privadas. Mismas instituciones que pagan a los docentes $100 por hora laborada mientras cobran, cuando menos $2500 de colegiatura por alumno. Esto es menos de la mitad de lo que un docente de educación pública percibe por hora. Además de trabajar por contrato y pago de honorarios por lo que no crean ninguna antigüedad laboral, lo que les impide acceder a derechos más allá de los que la institución les proporcione.

Ahora bien, el papel de los padres, madres y/o tutores es fundamental para el desarrollo escolar de los estudiantes. En la educación pública este es un tema que mucho se debate en las reuniones colegiadas que el gobierno federal ha impuesto. El involucramiento de ellos como parte del desarrollo cognitivo, sin embargo, son pocos quienes aceptan estar dentro del proceso más allá de firmar como responsables. En las escuelas privadas, este no es tema de debate pues queda implícito el cumplimiento de las reglas como parte del contrato firmado al momento de pagar por la educación de calidad sin importar si existen otros compromisos, como el trabajo de padres y/o madres de familia; mientras que, en las instituciones públicas, el reclamo por el pago de una cuota anual y la petición de estar presentes en algunas actividades, son un reclamo constante. “Si no me cuesta, no lo valoro”, reza un dicho que decía mi abuelo.

Durante la pandemia, dicha exigencia se ha incrementado por parte de los docentes que buscan día a día estrategias para poder lograr que los estudiantes adquieran conocimientos, ya no significativos, pues es un reto demasiado grande dadas las condiciones, pero si para no detener el proceso escolar. Esta misma exigencia ha ido incrementando por parte de las autoridades del sistema educativo que demandan resultados sin tomar en cuenta el contexto y creando cada vez más presiones a los docentes al “sugerirles” buscar todos los medios posibles para mantener contacto, tanto con sus alumnos, como con los padres y madres de estos. Miles de docentes que día a día se conectan desde celulares o laptops para impartir sus clases, están esperando sueldos atrasados, esperando una basificación de sus plazas, un papel que les garantice el pago por su tiempo, su esfuerzo y sobre todo la entrega de cada día para con sus alumnos. Estos mismos docentes, cubren de su bolsillos los gastos de internet y luz, algo que antes de las condiciones actuales, era cubierto por la cuota de inscripción y actividades realizadas dentro de las instituciones.

Todos los días se ven comentarios en redes sociales reclamando por “la mala educación” que están recibiendo los alumnos en tiempos de educación en línea. Me gustaría saber cuántos de esas madres y padres que han decidido pagar por que su hijo o hija sea educado “bien” ha tenido la atención de preguntarle a los maestros y maestras si tienen las condiciones ideales en casa para llevar a cabo su labor desde casa. Ahora que el trabajo se ha metido en casa, estos mismos docentes a quienes se les señala, son madres y padres de estudiantes que viven día a día las condiciones de la pandemia y el encierro.

Como profesora de nivel secundaria, durante mi labor con alumnos de primer año, uno de los principales obstáculos con los que me he topado, es con la apatía de padres y madres al pedirles involucrarse en el proceso del desarrollo cognitivo de los alumnos. Así como la negativa por parte de las autoridades educativas al pretender implementar dentro del aula estrategias, técnicas, actividades, que si bien no cumplen con todos las condiciones para considerarse dentro del modelo Montessori, si contemplan a los alumnos como los principales actores de la construcción de sus aprendizajes y conocimientos. Al estar frente a esta situación, en la que muchos y muchas docentes nos sentimos desprotegidos y aislados, la única salida que nos queda es costear nosotros mismos los materiales didácticos, este recurso sale de nuestros bolsillos; o continuar bajo el esquema del sistema educativo implementado por personas que un carajo saben de educación y mucho menos de estar cada día frente a 30 alumnos, cada uno con necesidades e inquietudes diferentes. La mayor parte de mi labor ha sido sin paga, esperando por meses un sueldo que se congelaba en la burocracia del sistema educativo.

Es más fácil buscar instituciones donde nuestro dinero valga, sin importar las condiciones de explotación de los docentes, que exigir a las autoridades estrategias adecuadas y correctas para la realización del trabajo docente en escuelas públicas. La deficiencia del sistema educativo viene desde la estructura política y el sistema que lo rige, no desde las aulas (ahora virtuales) y el trabajo que los maestros y maestras realizan día a día buscando sobrevivir en su labor pese a las críticas de los padres y madres, así como los obstáculos puestos desde las cúpulas del poder. Desde ahí deberían comenzar a cuestionarse y no desde la comodidad y apatía individualizada.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *