Jorge Tadeo Vargas
Beto sale del baño y se dirige a su cuarto del cual salen los acordes de Hollyday in Cambodia de los Dead Kennedys. Adentro lo espera Mikel que está preparando el material que utilizarán esta noche. —¿Todo listo? – pregunta Beto mientras se cepilla su cabello cortado en spikes y se hace una cola.
-—Casi, solo me faltan un par de cosas, pero esas están en el local.
Termina de cambiarse y encima de su camiseta con el logo de los Black Flag se pone su sudadera negra con capucha. Apaga el reproductor el cual ha pasado del hardcore de los DK al D-Beat de los Extreme Noise Terror.
Es un día perfecto: sin lluvia, sin calor. Nada podría salir mal. Caminan hacia el local donde los otros los esperan. Toman el transporte público rumbo al centro de la ciudad. Para contrarrestar la música del camión se ponen cada uno sus audífonos. Viajan en silencio con el hardcore en sus venas, el punk en su vida. Es un viaje largo, su destino es el centro de la ciudad. Beto vive hacia las afueras en un barrio obrero, las casas están construidas por la misma gente del barrio; un lugar violento por naturaleza, solidario por necesidad. Van camino al centro mientras el panorama va cambiando. Ellos lo ven por la ventana. Pasan de barrios pobres a zona de maquiladoras, una tras otra donde bajan muchos de los acompañantes de Beto y Mikel en el autobús. Gente que pasa doce horas trabajando en las fábricas, que prácticamente viven ahí. Después pasan a fraccionamientos cerrados con seguridad en las puertas, el pretexto de que la violencia urbana es demasiada, dice el gobierno, y no les alcanza el presupuesto para cubrirla. Los vecinos que pueden han decidido pagar seguridad privada para su tranquilidad. Una falsa tranquilidad. Al llegar a su destino bajan del autobús y caminan. Aún no se quitan sus audífonos, hacen su recorrido en silencio. No hablan entre sí. Saben a dónde van y lo que van a hacer.
El local es un pequeño espacio dentro de un edificio que por las condiciones en las que se encuentra parece ser un espacio ocupado. A simple vista parece un edificio vacío, lleno de grafitis, de carteles y arte callejero en las paredes exteriores, con una sola puerta funcionando. Su historia tiene más de cinco años, cuando el colectivo se planteó la necesidad de un espacio desde donde reunirse y poder armar acciones de difusión y comunicación. Entre todos estuvieron viendo lugares donde armar el espacio. Se discutió si este sería un espacio ocupado o lo arrendarían. Al final uno de los compañeros les dijo que su abuela tenía un lugar en el centro de la ciudad que, aunque las condiciones no eran las óptimas con un poco de trabajo por parte del colectivo quedaría listo para usarse. Lo mejor es que no tendría que pagar renta y se les prestaría por tiempo indefinido. Así fue como nació el espacio donde ahora se reúnen. A donde Mikel y Beto están llegando en este momento para seguir planeando la acción que llevará a cabo hoy por la noche. Tocan la puerta. Les abre Lucía.
—¿Nuevo tinte? – le pregunta Mikel observando el color verde en el cabello de Lucia.
—Si, ¿Te gusta?
—Se te ve bien.
—Ya veremos cuanto me dura. Hola Beto ¿Cómo estás? ¿Listos?
—Hola Lucía, estamos listos y un poco ansiosos. ¿Tu?
—Sólo lista, nada de ansiosa. Todo va a salir bien, no te preocupes.
—No me preocupo, sólo que estas cosas me ponen ansioso. Me emocionan. ¿Lo recuerdas verdad?
II
Mikel comienza a recordar cuando la conoció. Fue en una de las marchas por los presos políticos. Él y Beto habían estado planeando toda la semana separarse del contingente para atacar un par de instituciones bancarias que ya tenían vistas y analizadas.
Llegado el momento se separan y caminan en dirección contraria. Llegan al primer banco, dejan un pequeño artefacto. Cuando caminan hacia el otro objetivo ven a Lucía acercarse corriendo. Les grita que la policía ya está reprimiendo a los manifestantes, que lo mejor es correr. Mikel la sigue. Beto camina hacia el otro banco, deja el siguiente paquete y se encamina a la zona de seguridad. Mikel ya está con Lucía. Se la presenta. Beto le dice que no se puede quedar. Mikel aboga por ella. Beto no dice más sube a la azotea y desde ahí acciona los dispositivos. Una pequeña explosión. Se la imagina, ve cómo el ácido de las bombas comienza a caer en los cajeros automáticos hasta dejarlos inservibles. Baja de nuevo con Mikel.
Lucía sigue ahí. Platican un poco y se gana la confianza de los dos, al menos para invitarla a la casa del colectivo. Lucía comienza a ir todos los días. Participa en las actividades que se organizan desde ahí y toma protagonismo. Con el tiempo se vuelve la pareja de Mikel. No funciona. Ella comienza a salir con Rafael el líder no elegido del grupo. Él es el de mayor edad de todos, el que conoce más de explosivos y de acciones de contrainsurgencia. No es el fundador del espacio, pero sí el que mejor habla, el que los convence de tomar acciones más radicales. Lucía y Mikel siguen siendo amigos, compañeros de lucha. Ella sigue participando en el colectivo. Ya es parte del espacio. No sólo se involucra en las acciones de contrainsurgencia, sino que también es muy activa en las acciones contraculturales, participa cuando se arman las campañas de grafitis, fundó la biblioteca ambulante que ha sido uno de los proyectos más exitosos del colectivo. Es una de las fundamentales en las acciones que realizan, y claro como la novia de Rafael y su historia con Mikel, está muy metida en la clandestinidad.
Pasan los meses y en el colectivo continúan con sus actividades. La mayoría de ellas no son actividades clandestinas, son acciones culturales, de difusión. En las clandestinas solo participan Rafa, Mikel, Beto, a veces Lucía. Las preparan en el local del colectivo cuando no están los demás integrantes. No es por falta de confianza, sino por simple estrategia. A menor grupo de personas involucradas es menor la posibilidad de la filtración de información. Deben de tener cuidado, les dice Rafael. Es peligroso lo que hacen como para andar divulgándolo. No hay necesidad de hacerlo. Cada uno tiene su lugar y su rol dentro de la lucha por un cambio social.
III
El local como ellos lo llaman, tiene sus paredes repletas de carteles y calcomanías que hacen alusión a distintas causas socioambientales, así como propaganda de tocadas punk/hardcore. Por lo demás es un espacio que indica lo que es: un centro de reunión de activistas punkis. Ellos no lo ocultan. Es un espacio para muchos jóvenes de la ciudad que simpatizan con las ideas anarquistas y punks. Algunas bandas de este género ensayan en ese lugar. Es un espacio abierto donde confluye mucha gente; es el lugar ideal para ocultar lo que ellos hacen.
Van directo a la cocina, dejan sus mochilas en la mesa y mientras Beto se acerca a preparar café, Mikel cambia la música del reproductor. Pasa directamente a The Clash, mientras comienza a revisar su mochila de nuevo, asegurándose que nada le falta. En el local solo se encuentran Lucía y Rafael. Tienen que revisar el plan para que todo salga bien. Después cada uno a su casa para verse en la noche en el punto ya definido.
En un sillón maltrecho esta recostado Rafael, Beto y Mikel lo saludan y se sientan junto a él.
—¿Tienes el material? – Pregunta Rafael.
—Todo está en la mochila.
—Déjame verlo.
Mikel comienza a sacar lo que lleva en la mochila cuando de pronto se escucha como rompen la puerta entran varios policías con sus trajes similares a los de robocop. Son granaderos, fuerzas especiales. Beto y Mikel intentan escapar. Los atrapan antes de que lleguen a la ventana. Rafael se queda sentado mientras lo esposan. De Lucía nadie sabe nada. El caos es aderezado con The Clash y su White Riot. Después silencio.
IV
Un día después por la mañana en los periódicos aparece una nota que
dice que gracias a un informante anónimo se logró detener un ataque terrorista al Departamento de Biotecnología de la Universidad Nacional. Los jóvenes detenidos pertenecen a un colectivo anarco-punk al cual se le atribuyen otros ataques, principalmente algunos robos a cajeros automáticos y una carta bomba a un profesor de biotecnología. El espacio donde se reunían es un local en el centro de la ciudad conocido como “La Libertaria” un espacio de reunión de jóvenes anarquistas, que desde hace cinco años se reúnen ahí.
La nota también menciona que, desde hace ya algunos años, este espacio es vigilado por la policía y con la llamada del informante anónimo, han logrado detenerlos. Las fotos que acompaña la nota en todos los medios que la reproducen son de la entrada del local donde se lee con letras pintadas con spray: “La Libertaria.” En la otra se ve a Beto y Mikel, con sus sudaderas negras viendo fijamente a la cámara, después de ser detenidos.
Rafael cierra el periódico paga su café y sale del restaurante. En la esquina lo espera Lucía.
—¿Se terminó? – Le pregunta Lucía, mientras le acaricia su cabello corto. Los dreadlocks que lo acompañaron todos estos meses han desaparecido. Al igual que sus pantalones cargo y sus botas imitación Doc Marteens. Ahora se ve como cualquier persona común y corriente. Un joven cualquiera.
– Tenemos que irnos – Le dice a Lucía. –
– OK, vámonos – La toma de la mano y comienzan a caminar. Se pierden entre la gente de la ciudad.