*Arnoldo Vidal
Riff 8. Encuentro en la selva
La aparición del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) fue algo inesperado para tod@s y en ese fortuito momento la reacción de la gente fue salir a las calles. Los primeros días de enero de 1994 encapuchados al estilo”zapatista” inundaban el centro de la ciudad. La iniciativa de estas movilizaciones salió por supuesto de los organizados movimientos sociales y estudiantiles. La mayoría pedía la “paz” en Chiapas, pero otros querían la guerra, guerra contra el capital.
La conformación de la Juventud Antiautoritaria Revolucionaria (JAR) en el movimiento contracultural punk exhibió expectativas de unión y capacidad de organización de jóvenes sin ningún antecedente de esta o algún líder que planteará el cómo hacer las “cosas”. Pronto varios colectivos e individuos se acercaron para proponer, convencer o actuar. Todo se improvisaba. Y la aparición del EZLN en la escena de las luchas sociales dio impulso a los diferentes colectivos de jóvenes y otros. Pero no todos confiaban en ellos.
En un principio y por muchos años existió la incertidumbre de lo que realmente buscaban esos guerrilleros chiapanecos. Eran una guerrilla, por tanto radicales ~refleccionabamos~, pero por otro lado no buscaban el poder, un discurso nada común en las guerrillas ya casi extintas. Dos años antes habían detonado dos bombas en una plaza comercial y David Cabañas, hermano de Lucio, había caído junto con una célula de lo que parecía la última guerrilla.
En la JAR que se solía portar una bandera negra con una estrella roja, símbolo de las luchas autónomas en Alemania, nos sorprendió ver que los Zapatista cargarán una exactamente igual pero con las siglas del EZLN, así que la expectativa quedó en nuestras mentes. Aún así ese movimiento armado tardó diez años en declararse abiertamente anticapitalista.
Pará otros en la movida punk, con posiciones anarquistas más ortodoxas, la desconfianza fue mayor, pero fueron estos precisamente los que no participaron en la JAR. Y esta, a pesar de ser un conglomerado de colectivos e individuos, comenzó a actuar como una sola. Se volvió el grupo al que llegaban chic@s de toda la ciudad, como en su momento fueron los PND’s o el CCRFP.
Pero la JAR se volvió un movimiento en sí, que ya fuera que entre semana había una reunión o en fin de semana el tianguis o una tocada, donde fueran, se convertían en una movilización con acciones autónomas en todo momento: saltarse los torniquetes del metro, asaltar las plazas comerciales, pintas en los barrios por donde se pasaba, destruir hoteles, saltarse a los sótanos de alguna casa semiabandonada en la colonia Roma para seguir la fiesta algun@s, o dormir otr@s. “Acciones” de autonomía suburbana cotidianas, sin planeación pero dirigidas contra objetivos específicos.
La autonomía implicaba cuestionarnos todo así que empezamos a hacer talleres de formación política sobre variados temas como situacionismo, capitalismo, amor libre, provos, entre otros. Lo hacíamos en las escaleras del edificio de ferrocarriles ganadas a los Rotos meses antes, en Buenavista, donde se acercaba todo tipo de gentes. Nos hacía falta un local.
Una noche caminábamos por la avenida Insurgentes después de una reunión tod@s junt@s,como siempre unos 20 o 30 punks y en la esquina con Reforma nos topamos con Televerdad, una radio pirata de un tipo llamado Marcos Rascon que se había puesto una máscara de puerco frente al presidente Salinas en el Congreso de la Unión. Nos invitaron a tomar el micrófono y desde entonces empezamos a tener un programa de radio cada martes.
En una ocasión llegó el Cabe diciéndome que había encontrado a un grupo de intelectuales que hablaban de autogestión y que no eran anarquistas precisamente. Los fuimos a buscar a una librería que estaba por metro Barranca del Muerto, donde hacían pláticas y debates. Se nombraban Cacto (Comité Autogestivo de Ciudadanos y Trabajadores Organizados, me parece) en donde participaban gente como el poeta y teórico espartaquista Enrique Gonzales Rojo, los ex activistas estudiantiles de la huelga de la UNAM 86-87 Alfredo Velarde y Rubén Trejo, el pintor Ramón Martínez Ocaranza, entre otr@s. Ell@s planteaban una combinación o puntos de encuentro entre el marxismo y el anarquismo. Sacaban una revista con el mismo nombre de su grupo y nos pidieron nuestra perspectiva de autogestión para publicarla. Entre el Cabe y yo la escribimos planteando las ideas que por nuestras cabezas rondaban: la autonomía aquí y ahora y no esperar a una revolución para aplicarla, la autogestión generalizada, la lucha divertida y no como autosacrificio, las pequeñas acciones autónomas como motor para la generación de situaciones pre revolucionarias, el anonimato como fórmula para no ser detectad@s por la policía y para no generar liderazgos, el antivanguardismo para buscar la lucha en común y no como iluminados poseedores de la verdad. Este texto salió en su revista y la publicamos en el último número del Fanzine Liberación Autónoma y se convertiría en una especie de Manifiesto de la JAR. Nuestro discurso era simple y una cruza entre posiciones autónomas europeas, de ideas tomadas de Castoriadis y del Situacionismo.
La JAR estuvo en todas las manifestaciones contra la guerra en Chiapas que finalmente pararon los bombardeos a las comunidades indígenas. A mediados del 94 el EZLN sacó la convocatoria para la Convención Nacional Democrática (CND) que era el primer acercamiento entre las organizaciones de izquierda y la guerrilla. Se llevaría a cabo en plena selva lacandona. En nuestra incertidumbre con respecto a ell@s los libertarios decidimos embarcarnos a la nave de la CND.
El Patas, el Cabe, el Kiko y yo, de la JAR; Braulio, Miguel, Chapetes y el Oso del colectivo Motín, que era a su vez una publicación de estudiantes y maestros anarquistas nada ortodoxos; y finalmente Luz, compañera de la Biblioteca Social Reconstruir, salimos hacia San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde se tendrían las primeras reuniones. Pará nosotr@s era la primera vez que conviviriamos con la gente de “izquierda”, muy ajena a nosotr@s: maestros, viejos izquierdistas, marxistas vario pint@s, jóvenes estudiantes gritando goyas universitarias, frente a punks desaseados, ropas gastadas, parches, puntas y rastas en el cabello. Chavos banda nos tacharia Rosario Ibarra, para nuestro enojo.
La pobreza urbana se encontró con los más pobres del campo y la sierra en un poblado multicolor y multilinguistico como lo era en ese entonces San Cristóbal. Nos identificabamos, nosotr@s sin un peso en la bolsa, taloneando a turistas y chilangos como varios de los originarios. En las calles empedradas y de casas viejas de tejas habían puestos de artesanías en el suelo, indígenas de ropas de lana vendiendo muñecos enmascarados con pasamontañas al estilo Zapatista con rifles de madera, al lado de estos se vendía condones con la imagen de “Marcos” el “sub”. Nosotr@s nos congelabamos en el frío de la montaña y nos maravillabamos con lo barato y sabroso del rosáceo pan de San Crisis.
En las reuniones de la CND, los discursos de tipo marxista-leninista era lo que imperaba, ya fuera de manera radical o moderada electorera. Discursos sobre democracia y lucha de clases, de liberación nacional y poder al pueblo, elecciones limpias y soberanía. El anarquismo no figuraba en el espectro de organizaciones ahí reunidas. Si alguien habló sobre autogestión, como lo hizo el Cacto, nunca apareció en los resolutivos de las mesas. El protagonismo y la lucha por dejar constancia de su postura fue lo que predominó en la plenaria. Al día siguiente los camiones salieron con rumbo a la sierra, el nuestro no quiso subir, así que tuvimos que tomar un camión de carga que nos llevó parados todo el camino.
Una gran caravana de coches que llegada la profunda noche serpenteaba la obscuridad con las luces de cada auto. El camión del CLETA cayó a un barranco en una pronunciada curva, sin nada que lamentar. En determinado momento, en la madrugada, la larga serpiente se detuvo o más bien fue moviéndose poco a poco. En la mañana pudimos darnos cuenta que era porque los Zapatistas habían revisado auto por auto en toda la noche.
Comunidad Guadalupe Tepeyac, zona Zapatista, nuestra emoción y nerviosismo nos dejaban callad@s ante el panorama: la ruda selva, la comunidad tan ordenada y limpia, l@s Zapatistas armados y un mar de gente totalmente fuera de lugar en ese paraíso, la civilizada izquierda. Alfredo Velarde se quedó mirando desde lo alto de una colina y como un biólogo erudito lanzó la frase “Aquí está toda la fauna de izquierda”. Un auditorio natural preparado por los anfitriones armados, un monte, largos troncos como bancos para sentarse, un templete larguísimo al frente y una tremenda manta, sostenida por troncos, encima de nuestras cabezas.
Discursos de bienvenida, momentos emotivos, marcha de Zapatistas frente a la gente y esta gritando vivas en todo momento. Se impone en la asamblea la mesa directiva de la CND con muchos intelectuales de “izquierda”, entre ellos a Poniatoska, Monsivais, Rosario Ibarra y también a Enrique Gonzales del Cacto, entre otr@s. Varios de l@s presentes protestaron con gritos de desaprobación, era la gente de las organizaciones sociales, urbanas y campesinas que no se sintieron representadas por est@s intelectuales. Los comandantes del Ez pidieron unidad, pero esta nunca se daría. Inmediatamente después del último discurso comenzó una tormenta, una fuertísima lluvia que arrancó la manta que estaba encima del público, que quedó atrapada. Nosotr@s, que estábamos más arriba del fin de la manta contemplamos un espectáculo de luz y sonido: los gritos de la gente y las luces que proyectaban sombras y manos en la tela. Parecía la proyección política del caos que sucedería en los próximos meses. La lluvia arrastró equipaje, casas de campaña y nos dejó empapados y sin poder dormir. Al Oso de Motín le dio un ataque de pánico que necesito del consuelo de Braulio.
En la mañana todo parecía zona de guerra, aun así la CND siguió. Pero su historia terminaría rápidamente, las divisiones entre radicales y electoreros terminarían reventando las reuniones. Realmente no sacamos nada de la Convención salvo el reconocimiento de que con la izquierda no obtendríamos nuestros objetivos. Aún así participamos en las distintas iniciativas propuestas por el EZLN y en las luchas por venir los punks tomaron un papel esencial en las luchas por la autonomía.
Terminada la reunión, el Chapetes quizo quedarse a nutrir las filas de los armados indígenas, regresaría a la ciudad una semana después al no aguantar las condiciones de vida de los pueblos. Los demás regresaron para platicar lo que habían visto a sus colectivos. El Patas se quedó un rato más por enamorarse de una periodista gringa y yo me quedé semanas recorriendo y durmiendo en las calles de pueblos chiapanecos junto a vagabundos hablantes de lenguas que desconocía.