Better call Saul es una serie muy buena según todos los expertos y fans. Excelente guion, notable edición, fotografía y dirección con la guinda de unas actuaciones y construcción de personajes por sobre, muy por sobre, la media.
Better call Saul es profunda, y nos llega al fondo del corazón y de nuestra mentalidad, porque es una serie sobre la culpa y la pasión, en un contexto de crímenes, criminales muy “vivos” en medio de un mundo normal, de giles. Sus personajes principales, quienes hacen el eje de la serie, construyen sus acciones y mundo interior a partir de la culpa y de la pasión, combinadas o separadas. Esto ha sido muy claro, hasta la saciedad, en estos capítulos finales. Esos personajes se han sumergido con pasión en la culpa. El predominio del blanco y negro lo subraya. Culpa por todo el daño hecho y se vive y asume esa culpa en el rostro, en el vestuario, en el cabello, en la vida que se lleva adelante.
No se nos muestra una vida aburrida, se nos muestra la culpa bebida hasta el fondo: están viviendo la culpa, con pasión, como vivieron con pasión el delito, la estafa, la “vivez”. El blanco y negro es el purgatorio barroco autoelegido por los personajes principales. El color es la otra pasión, la pasión desnuda, sin castigo, ajena a la culpa y generadora de culpa. Para vivir la culpa hay que generar hechos culpabilizantes de los cuales redimirse con pasión viviendo esa misma culpa apasionadamente.
Así como en su serie de origen (Breaking Bad) en Better call Saul toda esa pasión y culpa conduce a la redención y el perdón (de lxs espectadorxs). Es la actualización audiovisual del catolicismo barroco1: una seducción constante y retorcida de explosiones de sentimientos, colores y escenas que requieren de espacios de contención (como el blanco y negro) para estallar en nuestra mente adiestrada desde la edad media (especialmente nuestra edad oscura en América Latina y el Caribe, aquella edad del despojo, saqueo y genocidio para el adoctrinamiento religioso, político y económico).
Nos habla Better call Saul profundamente, va recreando, para nosotros, toda esa educación cristiana, católica, barroca y desde allí nos engatusa, imágenes mediante, en el viejo discurso conocido y reiterado de la culpa y la pasión, la redención y el perdón.
Ese discurso no tendría efecto si no fuesen los personajes principales ejemplares del capitalismo más básico, porque la serie es todo un relato del mundo obrero con los ojos del capitalismo básico, que es el capitalismo originario, primigenio, primero, subyacente que vuelve a surgir a cada rato y a recrearse también, mediante el enriquecimiento por depredación intraespecie y violencia directa. Es el capitalismo que conoció este continente a manos de los europeos invasores desde el siglo XVI y que, así como en la serie, volvemos a conocer como lo Narco hoy (y fue el café, la banana, el oro, la plata, en otros momentos).
Ese capitalismo básico, primigenio, se recrea en la serie como la ética del “vivo” que estafa, abusa y exprime a los “giles” que es la gente normal, especialmente la gente obrera. Retratada siempre como multitud, sin profundidad, traducida como “aburrimiento”, la imagen de quienes viven de su trabajo es la que tienen esos personajes “vivillos”, por ello es que pueden, en cierto momento, ir a vivir su culpa en blanco y negro, siendo más “giles” que los giles mismo. Esta ética delincuencial es la base ideológica del capitalismo y autoritarismo básico2, así como del estado y el patriarcado.
Como hay límites que el mainstream no puede sobrepasar el capitalismo básico de ética delincuencial3 no puede ser recompensado, ha de sufrir un castigo (el infierno) y previamente sumergirse en la culpa (purgatorio en blanco y negro), pero no cualquier culpa sino una barroca, que se vive exageradamente, apasionadamente exagerada. Así, no se puede ser solamente el funcionario de la comida rápida, hay que ser el encargado del local. No se puede ser solo la oficinista, sino que hay que estar casada, con una vida social de parejas casadas.
Esa oficina, ese negocio de comida chatarra, ese Mall, no nos son mostradas desde la perspectiva de quienes trabajan allí. No es posible, cortaría toda la historia, el guion, la funcionalidad pedagógica de la serie. No. Las trabajadores y trabajadoras son objeto de dos miradas complementarias y coherentes: como los personajes aburridos de la vida aburrida en la cual vivir el castigo que prepara a la redención y (dos) como los objetos de estafa y caridad –pro bono- y que pueden ser usados en la disputa entre poderes (como en el caso de las abuelas y del granjero en su casa aislada).
La función pedagógica de la serie es volvernos a educar respecto al paradigma que vivimos y su actualización: en este caso que en épocas de colapso es legítimo el capitalismo básico, de depredación humana y violencia directa, que quienes vivimos de nuestro trabajo explotado solo somos relleno para el streaming, que para lo más visto seguimos no siendo protagonistas. Vemos la serie, la disfrutamos, porque repite, recuerda, renueva la misma lección que había en la escuela, en el colegio, en el liceo. Los 12 años que decían Los Prisioneros, pateando piedras
Notas:
Pelao Carvallo
Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO Memorias colectivas y prácticas de resistencia
1 https://archivo.estepais.com/site/2014/el-catolicismo-barroco-la-cultura-politica-y-la-persistencia-del-autoritarismo-en-america-latina/